Una familia de origen valenciano que reside en Catalunya y a la que hemos tenido el privilegio de conocer a
raíz de nuestras andanzas “veremeras” se
ha desplazado a Cantabria a pasar unos merecidos días de descanso. Ya hemos tenido la oportunidad de compartir
mesa en alguna otra ocasión, son muy
poco perezosos a la hora de viajar, para ellos “ cerca” pueden ser 200 kms.
Ferran sabe
muy bien quien es el más “serio” y se pone en contacto conmigo para ver si
puedo comer con ellos, tiene ya el sitio pensado, un templo del asunto vinícola
que ningún veremero que se precie, si visita la capital cántabra, puede
perderse, Bodega La Cigaleña. Al final se van animando algunos más y el día en
cuestión quedo en “la capital del mundo”
con Josean, Oscar y una nueva adquisición que últimamente se apunta a todas,
Mario, amigo de Oscar, sus motivos tendrá J.
Cogemos carretera Santander, es
sábado, hace sol y sabemos que esa A8
supone un riesgo importante de estar “atascada”. Tenemos medianamente suerte y
con los consabidos “atascos de curva”, llegamos a Santader con tiempo
suficiente. Allí se nos une Sergio otro friki del vino de Torrelavega.
Al final
somos nueve los comensales, siete adultos y las dos preciosidades de la familia
visitante, un “torbellino” repentino y otro que tarda un poco más en darse a
conocer. Encima, con lo niñero que soy, me lo paso en grande metiéndome con ellas, cosa que,
generalmente los niños agradecen sobremanera y a mi me sirve para evadirme un
poco de esas conversaciones “monotema”
de mis compis de mesa.
He sido un
poco “malo” y he “chantajeado” a la mayor de las hermanas para que me haga una
pequeña redacción sobre la comida, así que utilizo sus palabras para
comentarla. Diremos que hoy nuestra invitada en Gastionomía quiere firmar como Marta F., pues muchísimas
gracias Marta F. por tu colaboración. Así que dejo aquí sus palabras
acompañadas de las correspondientes fotografías.
“La
Cigaleña, comimos: tartar de bonito,
rabas,
albóndigas de bonito,
anchoas con escalivada,
mero,
escorpora, (he tenido que mirar y escorpora es como denominan allí al kabratxo)
tabla de quesos
y el postre de chocolate.
Yo me comí canelones de rabo con
setas. Todo estaba riquísimo pero el chuletón un poco crudo, la decoración
rústica, el servicio estaba bien.”
Hasta aquí el relato de mi ayudante, añadiré que algo a destacar ha sido el pan. Hemos comido sin conocimiento, estaba muy
rico y a mi absoluto gusto. También diré que las txuletas, un par de ellas, por
cierto, es normal que le parezcan un poco crudas a nuestra joven escritora pero
para nosotros estaban en su punto ideal.
Como no
puede ser de otro modo estando donde estamos, la colección de vinos ha sido muy
distinta a lo que uno bebe habitualmente, vinos que no es sencillo encontrar en
cualquier sitio y que el Sr. Andrés,
enciclopedia viva en estos menesteres, nos va sirviendo y explicando con
su santa paciencia. (Por ahí tenéis repartidas algunas fotos).
El precio
por adulto ha sido de 78 euros que dado lo comido y bebido me parece una
estupenda relación calidad-precio.
Pues un día
estupendo, una jornada de reencuentro con amigos que a fin de cuentas es, al
menos para mi, lo más importante. Espero tener ocasión de repetir sitio y
compañía. Gracias Ferran y familia por
la visita y la confianza y hasta pronto. Un par de besos a esas revoltosas
preciosidades.
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