Después de lo leído y de lo recomendado tenía que
pasarme yo por aquí. Ya había estado tomando algo y las pintas,” pintaban”
bien.
Así que acompañado por mi retoño allí que dirijo mis pasos.
Local agradable con mucho meneo en la barra, con oferta de pintxos más que
considerable e incluso ocasión de tomar buenos vinos.
El comedor no demasiado grande pero bien montado.
Servicio muy simpático y eficaz. Encima de la mesa, dos botellas, una de tinto
y una que en un principio por la forma a mi me parece aceite. Pues vaya
sorpresón, es un txakoli. La forma de la botella permite que ésta se apoye sobre
sí misma. Un vino elaborado en exclusiva para la cadena del restaurante Amaren.
Txakoli Victormontes. Lleva un 50% de Izpiriota Ttippia (Petit Manseng), un 40%
de Hondarribi Zuri y un 10% de Hondarribi Zuri Zerrate (Petit Corbu). Usan la
moderna técnica de criomaceracion que no es otra que bajar la temperatura de la
vendimia recién estrujada. Con ello se consigue aumentar la solubilización de
los aromas del mosto. Desde luego que este txakoli nos ha encantado y sobre
todo en nariz se muestran aromas más variados.
La carta del Amaren es muy detallada sobre todo en lo
que se refiere a sus carnes. Aquí pueden degustar carnes tanto de buey como de
vaca y con maduraciones de más o menos tiempo.
El pan es una txapata correcta, sin más. Ültimamente me
estoy acostumbrando “mal” en el asunto de los panes y tengo mucho vicio.
Detalle de aperitivo en forma de sushi con pulpo,
tomate….. una presentación bonita con resultado agradable que evidentemente a
ambos nos recuerda a la morcilla. Muy rico, la verdad.
Al escuchar eso de piparrak fritas pues para que
queremos más. Una ración de las del mismo centro de Bilbao. Para no quedarte
con las ganas. Tenemos la suerte de que hay alguna que pica, es que de otro
modo….. Como decía mi aita una vez que has comido una muy picante ya no hay
miedo. Pues lo dicho que nos ponemos las botas. Llevan una decoración que no es
otra cosa que tomate y ali-oli.
Pues vamos al asunto que nos ha traído aquí. Tenía ganas
yo de probar ese buey pero viniendo con quien vengo tampoco quiero yo que el
disfrute no sea el deseado. Así que gracias a la simpática txikita que nos
atiende llegamos al punto idóneo y nos ofrece una txuleta de buey de más de 5
años con 60 días de maduración. Nos la presentan e inmediatamente visualizas que no es “normal”. Kilo trescientos y
con poquísimo “desperdicio”.
Buey de arrastre. Muy poco hueso y la grasa en su
justa medida y aprovechable. Desde luego que no es vaca vieja, el sabor es
diferente. Como en todo, los gustos particulares son lo que
son. Disfrutamos muchísimo de ella. Está tierna cual solomillo de ternera pero
con sabor intenso pero sin dejar de saber a carne. Yo me entiendo. Incluso mi
compi, poco amigo de las cosas “sin hacer”, prácticamente no ha utilizado la
pequeña parrilla que nos ofrecen para dar nuestro toque personal. ¿Merece la
pena? Repito que cada cual tiene sus gustos. No son carnes “baratas” pero en
comparación con otros sitios está muy, pero que muy bien de precio.
Acompañan a la txuleta unos riquísimos pimientos rojos
asados y unas patatas “de bandera”. Cortadas en gajos gruesos pero perfectamente
ejecutadas. En su punto exacto, con sabor a patata y cocinadas por igual.
Riquísimas.
Sobra algo de txakoli y estando con quien estoy hay que
comer un poco queso. Idiazabal y manchego. Sin sobresalir. Simplemente
correctos.
Un cafecito en la terraza exterior y nos llevamos una
botella de ese curioso txakoli. 135 euros han tenido la culpa. La txuleta
degustada hoy está a 75 euros el kilo y el txakoli a 20 euros. Diferenciemos
aquí eso de “costoso” y “caro”, de caro nada, costoso. El que “peces quiere……”.
Volveremos.
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