El afán
de no repetirme en exceso ha hecho que haya pasado un año ya que no comentaba
nada de uno de mis restaurantes favoritos. Un sitio donde me tratan casi
demasiado bien.
Me
apetecía hacerles visita y como siempre aviso a Jonan para que me tenga
preparado algún espumoso con algo especial.
Nos
acomodan en “nuestra” mesa, allí nos sentimos estupendamente y también como
siempre dejo que sean ellos quienes me comenten un poco lo que podemos degustar hoy. Me alegra ver que pese a ser cena hay buen ambiente y unas cuantas mesas
ocupadas, esperemos que dure el asunto.
Mientras
tanto nuestro sumiller nos acerca una serie de cavas a cada cual más
apetecible. Curiosamente de las 4 ofertas he probado ya alguno que otro y
prefiero decantarme por el único del que no tenía conocimiento. Un Castell Sant
Antoni Gran Reserva brut nature 2008. Variedades típicas de esta denominación,
Xarel-lo, Macabeo, Parellada y Chardonnay. Larga crianza con sus levaduras,
burbuja muy fina. Es reseñable su nariz,
potente, mucha fruta presente. Destacable ese “poder” que aún mantiene en boca.
Un carbónico muy marcado pero a su vez muy bien “domado”. Invita a degustarlo pausadamente y más
teniendo en cuenta esas copas maravillosas donde lo disfrutamos.
Calentamos
boca con un aperitivo de sopa de ajo. Difícilmente se encuentra esto en un
restaurante.
Aran es
amante de las sopas así que comenzamos lo fuerte con un cojonudo plato de sopa
de pescado, de las “gorditas”, de buena materia y maravilloso sabor. Qué
agradecido se queda un estómago con semejante delicia.
Me
apasionan sus croquetas, de tamaño bocado y con intenso sabor. Crujientes por
fuera, suaves en su interior.
Mi
compi es de “sota, caballo y rey” y se mete un pedazo de rape que incluso yo me
quedo anonadado. No pensaba yo que iba a poder con todo pero lo consigue. Mucho
tiene que ver lo bien preparado que está. En su punto perfecto.
Yo hay
cosas que nada más escucharlas se me pone la carne de gallina y no puedo
resistirme. Así que eso de morros a la bizkaina como que va a ser que sí. Se
deshacen en boca, finos, con un punto de picante de los míos. Presente, muy
presente pero sin desagradar. Plato de los de relamerte y de los que untar pan
sin “delicadeza” alguna. De 10.
No
puedo resistirme, a pesar de que no voy a tener ayuda, de pedirme media ración de
ese impresionante queso del que disponen. Siempre lo he dicho, uno de los
mejores que he probado jamás.
Y para
el cafecito dos galletitas que ellos mismos preparan y dos bomboncitos de
champangne. (foto superior).
Salimos
a la pequeña barra de la entrada y me dice Jonan que tengo que probar una cosa.
Increiblemente es un vino tinto. Pues anotaremos el día en el cuaderno de
bitácora: me ha gustado. No como los "míos" pero me ha sorprendido y mucho. No
me ha dejado esa extraña sensación que me causan habitualmente los vinos de
este color. Emilio Moro La Felisa 2018, un cien por cien tempranillo con un año
de crianza.
Abonamos
65 euros por persona por todo ello y nos vamos, como siempre, con esa sensación
de querer volver lo antes posible. Un placer, eskerrik asko por todo.