La enorme
ventaja de tener un blog como el mío es la libertad. Libertad absoluta para
contar lo que quiero y contarlo a mi manera. No buscar premios, ni palmaditas
ni páginas vistas ni “me gustas”. Cuidadito que uno tiene su corazoncito y su
ego así que hipocresías las justas. Por eso algunos de los restaurantes
favoritos se repiten siempre que considere que hay algo diferente que merece la
pena contar.
Después de
nuestra última visita Aran quería repetir su segundo plato y cuando la jefa
habla los subalternos a callar.
Nada más
llegar me dicen que tengo sorpresa. Así que mientras tomamos algo en la barra,
voy pensando en lo que puede ser aunque algo ya me huelo.
Encima de
nuestra mesa “reposan” varias botellas de vino. Por supuesto todas de blanco. A
excepción del espumoso los demás me resultan desconocidos, no en teoría pero sí
en la práctica.
Casualmente
uno de ellos es uno de mis caprichos así que la duda dura más bien poco. 200
Monges. Un Rioja con una larga crianza. 14 meses en barricas de roble francés y
americano. Pasa después dos años en depósitos de acero inoxidable e incluso
después de su embotellado descansa un tiempo en la bodega hasta que deciden
sacarlo a la luz. La viura es su principal uva y la acompañan la malvasía y ya
en menor porcentaje la garnacha y otras. Excelente acidez y menos madera
presente de la que podía esperarse. De todos modos creo que ganará puntos con
más tiempo de botella. A mi me ha gustado bastante aunque quizás pienso que su
precio sea un tanto exagerado para lo que ofrece.
Comenzamos
con una ración de morcilla con pimientos rojos. Aran llevaba ni más ni menos
que cuarenta años sin probarla y se anima con un trozo. Su valentía termina
ahí. Yo me pongo las botas. Está cojonuda y esos pimientos con su toque
agradable de dulzor y en su punto exacto.
Degustamos
una ración de unas gambitas a la plancha. Punto justo de cocción. Punto
maravilloso de sal. Me encanta chuparlas y dejar que mi compi deguste su carne.
Le apasionan y el amor es lo que tiene.
Nos toca
el turno del antojo que nos ha traído hoy aquí. Una parrilla rellena de
pequeñas y riquísimas txuletillas de cordero. La mayoría de bocado. Yo voy
poniéndolas en la parrilla a medida que quiero calentarlas y Aran las va
tostando más a su gusto. Nos hemos quitado el capricho y además de manera
sobresaliente.
Nos
sorprenden con unos txupitos de fresa. Les he pedido que me preparen un garrafón de 16 litros para llevarme a casa pero como que no ha calado. Esto
está para beber un par de litros sin problemas. Qué sabor más puro a la fruta
en sí. Rico, muy, pero que muy rico.
Terminamos
con la infusión y el cafecito acompañados de unas galletitas. Dejaremos hoy el
vino de lado a la hora de valorar el precio. Por cierto lo han cargado
poquísimo sobre su precio. Así que pagamos 35 euros por persona por lo sólido.
Buena RCP.