El
año pasado era el “32 de agosto”, este año es el 31. La despedida ha de celebrarse
en un buen sitio, en un restaurante de los que aseguran el disfrute. Así que de
nuevo nos acercamos a La Catedral.
Tenemos
además la suerte de cara, allí está Antonio que siempre es un plus en la
visita.
Nos
acomodan en una de sus preciosas y amplias mesas, cara al césped que este año,
mi compi, por desgracia, no va a visitar como él quisiera.
Nos
acerca las cartas mientras vamos hablando un poco de lo que vamos a beber. Tras
pensarlo un poco, Antonio nos recomienda un champagne que siempre asegura el éxito. En esta
ocasión es un Sprit de Giraud. Variedades chardonnay y pinot noir. Un vino muy
agradable con buena nariz y genial boca. Esa mezcla de uvas que le dan un
carácter afrutado y a la vez ligeramente amargo. Jugamos un poco con la
temperatura para que no se nos vaya demasiado en dirección alguna y lo
conseguimos. Nos permite, entre todos, que logremos llegar a los postres y eso
que hoy ha sido un “día largo”, muy largo.
Un
riquísimo aceite (foto superior) acompañado de sus estupendos panes y su cojonuda mantequilla
nos dan la bienvenida sólida.
Pasamos
ahora a disfrutar de tres aperitivos que están, todos ellos, a un altísimo
nivel.
Cracker
de arroz y tinta de txipiron con espuma ahumada de antxoa y mejillón.
Siumai
de vieira y gamba con salsa de pimentón y huevas de salmón.
Flor
de calabacín relleno de hongos con salsa de cacahuete.
Los platos principales han sido presentados en “medias” raciones
individuales. Hoy nos han debido de ver caras de hambre.
Comenzamos
con unas microverduras al carbón con su jugo, huevo y patata. Deliciosas.
Continuamos
con el arroz meloso de rape, langostinos y ortiguillas. Perfecto y muy
contundente plato.
Seguimos
con el bacalao a baja temperatura, piperrada al carbón, pil-pil y piñones.
Excelente el bacalao, lascas grandes y sueltas. Los pimientos para comerte a
puñados. Pero esto se está poniendo ya un poco “serio”.
La
parte salada termina con el picantón deshuesado, frutos secos y zanahoria. Ha
sido gracioso, durante este plato hemos estado en silencio. Creo que ambos
estábamos pasando un rato complicado. Eso de no poder con ello pero no querer
doblar el brazo….. Pues muy rico, la verdad. Estupendo.
Sale
Ion, el jefe de cocina a saludarnos. Nos conocíamos de vista y de “pareceres
similares” en otras cuestiones pero no habíamos hablado nunca. Un tío estupendo
que disfruta con lo que hace. "Marida" muy bien con Antonio.
Mientras
conversamos, Antonio, que hoy se ha “ganado el cielo”, nos obsequia con un
postre aunque no podemos ni con el agua. Texturas de chocolate y agua de mar.
Curiosamente, el, en teoría más “débil” del lugar, mi compi de mesa, a lo
tonto, poco a poco, sin rechistar, va metiéndose el plato sin mediar palabra.
Parece que le conocían de antes, han acertado de pleno. Yo he probado un
poquito y la verdad es que está de rechupete.
Para
acompañar al postre, nos sacan un vino que yo había ya probado en el Remenetxe,
un dulce de invierno de Javier Sanz. Un vendimia tardía, vino que necesita 3
fases para su elaboración y que pasa 8 meses en barricas de roble francés.
Goloso, recuerdos a compota sin duda alguna. Una verdadera delicia.
Hemos
salido a menos de 60 euros por barba, han sido generosos, como siempre. Un
sitio donde disfruto sobremanera, el lugar, sus personas y su maravillosa
cocina hacen que sea posible.
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