9 de septiembre de 2018

TABERNA MIKEL BENGOA (MEÑAKA): ¿Vegetariano? Así, sí.


Pues otro restaurante que me ha creado adicción. Otro de esos donde se juntan todos los requisitos para el disfrute total. Bonito sitio, buenas mesas, buen servicio, trato excelente, una cocina de mucho nivel y un interés notable por los vinos. Encima a unos precios ajustados a la calidad de lo ofertado.

Como siempre unas estupendas antxoas para deleite del estómago.

Hoy mi compi viene un poco “tristona” de estómago así que lo comentamos con Elo y le ofrece un plato que es mítico en el restaurante pero que yo no había probado nunca. Pues como titulo este comentario, con un plato así yo me hago vegetariano sin problema alguno.
Unas espinacas con espárragos y una bechamel extraordinaria. Un plato sabrosísimo, genial. Mezcla estupenda de sabores. Incluso Arantza, poco amiga de ciertos alimentos, disfruta como nunca de él. No sabia lo que me perdía. Plato de sobresaliente.

Yo me decanto por su tartar de atún con trufa negra y crujiente de alga nori. Ya lo había probado pero poco me importa repetir. Está para chuparse los dedos. Buena materia prima y estupendamente tratada. Maravilloso.

Para beber y tras sopesar algunas propuestas, entre Elo y ambos, decidimos bebernos un buen cava catalán, un Blanca Cusiné 2010. Variedades Chardonnay, Xarel-lo y Pinot Noir.   Mientras las variedades blancas fermentan en depósitos de acero, la tinta lo hace en barricas de roble. Después se realiza la crianza durante 30 meses. Es un cava orgánico y biodinámico. Me gustan este tipo de vinos que tienen ese amargor potente, que entran bien pero no son dados a beberlos precisamente como si de agua se tratase. Invita a degustarlo más pausadamente.

Como plato principal nos ofrecen media lubina de buen tamaño. Dicen que hay que ir a la costa para comer buenos peces… Tengo varios restaurantes como ejemplo de que eso no es verdad. Aquí se trabajan los peces con mucho arte. Carne suelta, punto exacto. Rico no, lo siguiente.


Arantza no tiene hoy el cuerpo para postres. Se acerca Elo y me hace una propuesta. Se nota que me conoce bien. ¿Qué tal unas mollejas? Que “malo” es no saber decir que no. Pues dicho y hecho. Ya he repetido postre “salado” aquí en otra ocasión. Tiernas por dentro y crujientes por fuera. Riquísimas. No dejo ni el menor rastro de ellas. Geniales.

Un cafecito en la terraza y una charla con Eloisa que es una enamorada de los vinos. Habrá que intercambiar alguno. Abonamos los 119 euros que sin duda, son muy ajustados dada la calidad de la materia prima degustada. Hasta pronto.

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