Aprovechando
que el día sigue alargando y la noche se hace un poco más de rogar, nos
animamos a acercarnos hasta este pequeño pueblo situado en pleno
Durangesado.
La
sorpresa ha sido morrocotuda, no imaginaba yo encontrarme con un paraje tan
bonito. Entre montañas, con unas casas muy cuidadas y además con una buena
oferta de locales donde poder tomar algo o incluso degustar una buena comida.
Mientras
nos tomamos unas ricas sidras, charlamos con un joven que nos cuenta alguna
cosilla de la zona. Nos aconseja acercarnos al mirador desde donde la vista es
magnífica. La “vaguitis” nos hace dejarlo para otro día pues evidentemente aquí
volveremos.
A la
hora convenida nos acercamos al restauratne AbOiz. Un caserío completamente
restaurado. Impresionante. Enorme, precioso. Un lugar idílico para una
romántica jornada y donde su principal modo de vida son las bodas. Desde luego
que pocos sitios mejores se me ocurren para celebrar semejante evento.
Entramos
al comedor. Todo muy bien decorado. Mesas amplias y perfectamente vestidas.
Servicio amable, profesional y atento en todo momento. Hoy, a pesar de ser
sábado, tan sólo nos acompañan los que al parecer son los propietarios del local
que han venido a cenar. Al menos así no nos sentimos solos.
De
aperitivo unas cojonudas antxoas que, como siempre, tengo que degustar sin
compañía. No sabe esta chica lo que se pierde......
Doy
mucha importancia al pan y hoy hemos degustado un par de ellos, ambos muy
ricos.
Para
beber, me decanto de nuevo por unas ricas burbujas catalanas. Un Recadero Brut
Nature. No es el mejor de la bodega pero está rico. Burbuja fina, toques de
fruta pero con un final un tanto “amargoso” que siempre consigue que la botella
dure hasta el final de la cena.
Para
compartir comenzamos con unos raviolis de txangurro. Sobre una estupenda crema
y con una espuma con sabor marino. El conjunto es destacable y muy sápido. No
escatiman el producto así que esto sabe a txangurro. Muy ricos, la verdad.
Seguimos
con unas croquetas de cocidito de Amama Modes. De nuevo podemos degustar unas
más que ricas croquetas. En su interior la carne de cocido abunda. Están más
que ricas y muy bien cocinadas.
Hoy
hemos vuelto a ser clásicos. Hemos jugado a caballo ganador. Aran se decide por
unos medallones de rape y guiso de carabineros. Una ración más que generosa de
un estupendo pescado muy bien preparado. No es capaz de terminarlo pero ha
disfrutado muchísimo que es lo que cuenta.
Yo
tengo un “problema” con el asunto de los callos y morros en salsa bizkaina. Es
verlos en carta y no poder evitar caer en la tentación. Así que me voy a hacer
un experto en este plato y mira que los he comido ricos de ganas. Pero siempre
disfruto con ellos como si fuese el primer día. Presentados en preciosa cazuela
y además en ración enorme que hace que incluso tenga que dejar unos pocos.
Finos, suaves, sabrosos…Aquí un buen pan es imprescindible para "limpiar el fondo".
He
visto alguna cosa más que apetecible en su carta de postres pero hoy no podemos
con ello Una pena. Bueno, otro motivo más para volver.
Salimos
a la calle. Aunque ya se hace necesario echarse la chaqueta por encima. Una infusión y un cafecito acompañados de unos ricos detalles hacen que pasemos
un buen rato en la terraza exterior. Charla con la amable camarera y abonamos
los 123 euros de la cuenta. Creo que es un precio justo por la experiencia
vivida.
Si no
conocéis el pueblo os lo recomiendo y desde luego que tampoco os va a
decepcionar el restaurante. En ningún aspecto.Me alegro infinito de haberme
animado. Lo dicho, Caray con Garai.
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