Poco,
cada vez menos me cuesta acercarme hasta este precioso restaurante donde me
tratan demasiado bien. Si uno quiere encontrar un vino diferente, probar algo
nuevo y encima aconsejados por un profesional como la copa de un pino, éste es,
sin lugar a duda alguna, uno de los mejores restaurantes a los que acudir. Encima, acompañado todo ello de una buena
cocina y de un estupendo servicio de sala.
Un
sitio, de los pocos, donde voy más a escuchar que a hablar, donde he aprendido
mucho de lo poco que sé de vino. Eso sí, desde el piropo que me echó un
compañero de catas, me siento mucho mejor. Me dijo que yo sé perfectamente lo
que me gusta y que ellos están intentando saberlo.
Pues
nos acomodan en “nuestra” mesa y dejamos que tanto Jonan como su amatxu, nos
cuenten un poco lo que podemos degustar hoy.
Como
ya estaba avisado de nuestra presencia, había decidido un poco ya nuestra
botella. Pero como siempre, me presenta alguna otra opción que desecho
rápidamente en cuanto escucho aquello de “yo bebería este”. Pues dicho y hecho.
Un
vino espumoso que no está dentro de la denominación cava por motivos de la
altura donde se aposentan sus cepas (550 mts). Un Cuvée esplendor Vardon Kennett. Variedades
Pinot Noir, Chardonnay y Xarel-lo. Concretamente un 2013. Crianza mínima en
botellay sobre sus lías de 30 meses. Podemos pensar tranquilamente que estamos
bebiendo un champagne. Finísima burbuja
perfectamente integrada. A la frescura y fruta que le aportan la Chardonnay y
la Xarel-lo, se une maravillosamente el cuerpo que le aporta la Pinot noir y además
ese ligero amargor que te permite beberlo mucho más pausadamente. Uno de esos
vinos que están consiguiendo que uno ya no se conforme con cualquier cosa. No
sé si esto es bueno o malo pero que me quiten lo “bailao”. Riquísimo.
Comenzamos
degustando un entrante en forma de ventresca con su vinagreta. Refrescante.
Nos
emplatan individualmente un revuelto de cantharellus. Esto está impresionante.
Aburro mucho, lo sé, pero placer de dioses al alcance de cualquier humano.
No
nos poníamos de acuerdo en cuanto al pez a elegir y nuestra anfitriona nos lo
pone facilísimo. Un rape de tamaño mediano para Aran y medio rodaballo para mi.
Esto es un lujo y no te cuento lo bien que estaban trabajados ambos. Nada que
objetar. Carne suelta, punto perfecto. Sabor a raudales. Lógicamente probamos
de los dos para comparar. Quizás hoy, tenga que doblar la rodilla y darle la
razón a mi compi, quizás el rape un puntito por encima. Pero no ha quedado ni
rastro.
Como
esta chica se cuida mucho, decide no comer postre alguno, así que me lo pone
fácil. Otra de las cosas que no tenéis que dejar de probar si pasáis por aquí
es su queso. De los mejores quesos que he probado jamás y que me encanta
repetir. Rico, muy pero que muy rico. Acompañado de un poquito membrillo que no
es demasiado necesario pero que siempre da un toque especial a cualquier queso.
Jonan
me presenta algo que no había probado jamás para acompañar el postre. Un vino
dulce hecho a lo “antiguo”. Un Postremus. Ni más ni menos que cinco kilos de
uva son necesarios para obtener un litro. Uvas sobremaduradas con una larga
fermentación. Mucho azúcar y temperaturas muy bajas. Llamados “vinos de paja”
dado que las uvas secan un tiempo sobre paja.
Vino
con tonos ambarinos, con toques de compota, higos secos, ciruelas, manzana
asada. Destaca su acidez. Una sensación muy agradable en boca que invita a un
trago muy pausado. Mejor que un caramelo, sin duda.
Salimos
a la barra, nos tomamos un cafecito y una infusión y “aburrimos” a Arantza con nuestra charla
sobre líquidos elementos. Pero creo que es de inteligentes escuchar a quien
sabe, cosa que cada vez se practica menos.
El
precio de la cena de hoy ha sido de los que demuestran su generosidad, así que
sin más, eskerrik asko. Como siempre, un verdadero placer. Nos vemos dentro de
poco en esa cata de espumosos para finalizar el año en curso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario