Mucho
tiempo sin pasarme por aquí. Situado en el edificio de la Alhóndiga de la
capital bizkaina. Quizás sea uno de esos restaurantes en los que cuando entras
por la puerta sabes que estás en un sitio “elegante”, de los que invitan a
comportarte bien, a guardar un silencio relativo y no molestar.
Me alegra
ver que pese a ser viernes y ser último de mes, el comedor está casi completo.
Esto suele ser buena señal.
Nos
aposentan en una de sus bien vestidas y amplias mesas. Nos acercan las cartas
aunque yo ya venía con la lección aprendida en cuanto al vino que íbamos a
probar.
Dejo que
mi retoño vaya echando un vistazo a su variada carta. Tienen una curiosa
propuesta de un menú maridado con sus cócteles, pero hemos venido a probar
otras cosas.
Estupenda
oferta de panes, a cada cual más apetecible. A lo largo de la cena hemos
probado unos cuantos, todos ellos de un altísimo nivel.
Aperitivos
en forma de aceite y un cojonudo salmorejo. Finísimo, con sabor pero sin
exagerar. Fresco a más no poder, muy rico.
Unos
cantharellus a la brasa que estaban simplemente de muerte. Riquísimos.
Láminas de
bacalao extragelatinosas. De nuevo producto de mucha calidad y perfectamente
trabajado.
Tacos de salmón
ahumado de Keia. oliva negra y aceite picual. Otro plato donde el producto
destaca y que simplemente con un toque genial, poco o más bien nada puede uno
achacarle. Estupendo.
Nuestro
Steak Tartare de solomillo. Me ha sorprendido mi hijo con su elección. Pero
cada día es más valiente y atrevido y se está llevando unas sorpresas muy
agradables. Hoy ha sido una de ellas. Genial.
Para
beber, como ya he dicho, tenia claro la opción. Un champagne de pequeño
productor. Un champagne de los denominados parcelarios. Se elabora con uvas de dos parcelas
vecinas. Fermentado y criado en barricas
y fudres de roble. Se elabora con una sola añada. Crianza de al menos cuatro
años. Larmandier Bernier Terre de Vertus Premier Cru Non-Dosé. Un vino seco,
con un ligero amargor final. Aquí el azúcar brilla por su ausencia. Burbuja
muy, pero que muy fina. Estupenda nariz y una acidez destacable. Persiste en
boca, persiste mucho tiempo. De esos que duran toda la cena pues el trago
invita al paladeo.
Raviolis
de pichón con hongos, salvia y queso trufado. Plato delicado, con sabor. Genial
mezcla de sabores pero no explosivos, no, muy bien domados.
Ambos
habíamos leído uno de nuestros platos preferidos, de cuchara o tenedor, como
uno prefiera. Concretamente sukaldi, ese estofado de ternera de los que tantos
y tantos concursos tenemos en nuestra tierra. Una ración para compartir. Aquí
la expectativa nos ha jugado una mala pasada. Esperábamos…. Esto
Y nos
hemos encontrado con esto…..
De calidad
no discutimos, buenísimo. Pero quizás en este tipo de platos prefiera yo más
clasicismo. Como siempre, todo es cuestión de gustos. Eso sí, sin pegas, calidad
de la carne indiscutible.
Curiosos
los detalles en forma de conguitos variados que puedes degustar a tu antojo. Si
los pillo con hambre no queda ni uno.
Rico
cafecito y abonamos la cuenta. El champagne son 67 euros que está muy bien de
precio. La cena sólida nos sale a 55 por barba. Estupenda relación entre lo
degustado y lo pagado. Un restaurante de mucho nivel de esos muy agradables
para una cena romántica.
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