Después
de mucho tiempo sin visitarles y acompañado de mi amiga Marijo, una excelente
compañía para asuntos gastronómicos dado su grado de disfrute con el buen
comer, vuelvo a este restaurante donde las cosas se hacen bastante bien.
El
único “pero” para mi es el “aprovechamiento” del espacio y sus pequeñas mesas
para dos comensales. Uno ya es muy mayor y dado más a mesas más “cómodas” y de
tamaño más amplio. También sé que aquí el precio también va acorde con ello y
que de otro modo las cosas deberían ser más costosas.
Una
carta de vinos corta pero con cosas curiosas y diferentes y además un “plus”
importante, todos y cada uno de sus vinos puedes probarlos por copas. Cosa difícil
de encontrar en cualquier local.
Estando
con Marijo y conociendo sus gustos, me decido por probar un albariño de una
bodega más que conocida. Un vino un tanto “especial” que tiene su lado
“romántico”. Albariño Rosa Ruíz. Hija del llamado “padre del albariño”,
Santiago. Cosecha 2017, cien por cien albariño. Crianza de 5 meses sobre sus
lías para darle mayor amplitud en boca. De color muy limpio y aromas a frutas
tropicales. Curioso lo de los gustos personales. A mi compi le encanta, yo ya
he pasado a una fase donde los prefiero más “reposados”. Seguramente dentro de
un par de años de botella me gustará más. Pero entraríamos aquí en una tonta
discusión puesto que lo de los gustos es personal. De todos modos está rico,
sin dudarlo. Muchísima fruta y estupenda acidez.
Un
pan muy rico con corteza crujiente, de los míos.
Comenzamos
con un tomate “feo” de Tudela tibio, queso de oveja, oliva y albahaca. Un plato
fresco a más no poder. Riquísimo y suave el tomate. Aunque no soy amigo de
demasiadas especias, en esta ocasión es un toque que no esconde el verdadero
sabor del ingrediente principal. Estupenda ración.
Continuamos
con unos txanpis en tempura con mahonesa de trufa. Ración más que generosa.
Quizás incluso excesiva. Plato potente. La trufa genial, ese toque ideal. Desde
luego que merece la pena probarlo.
Marijo
tiene antojo de algo de carne. Pues nos pedimos unas albóndigas de mamiña a la
moda del Casco Viejo. La maniña es un corte de la ternera muy jugoso que
contiene hueso y grasa. Ello le confiere un sabor intenso y agradable. Salsa
muy rica que aporta un tanto de jugosidad añadida a las albóndigas. Rico.
Terminamos
con un curioso plato que me trae excelentes recuerdos. Algo muy típico de
nuestra tierra. Talos de sukalki de ternera. Cuatro “talitos” con buena ración
de carne jugosa. Un pelín más de “plancha” hubiese sido de agradecer para
eliminar un tanto el sabor a harina pero de todos modos genial propuesta que de
nuevo nos demuestra que aquí se trabaja bien.
Un
par de cafecitos bien preparados. Una pena no tener capacidad para probar
alguno de sus más que sugerentes postres. Gente joven con ganas de agradar.
Abonamos los 87 euros de la cuenta teniendo en cuenta que 28 pertenecen al
vino. Estupenda opción en la capital.
No hay comentarios:
Publicar un comentario