La vida lleva una velocidad
impresionante, punto contrapuesto a lo larga que puede ser una noche de
insomnio. Un año de nuestra última visita aunque nos hemos visto antes por su
nueva propuesta en la capital.
Nos reciben Monika y Alberto y nos
acomodamos en su coqueto comedor con la intención de disfrutar de su cocina.
Antes de nada un vistazo a la carta de
vinos y cual es mi sorpresa al leer: Txakoli Lexardi 2013 (txakoli de guarda).
Le pregunto a Monika si le queda y me dice que una botella. Pues lo siento
pero mañana no te queda ninguna. Un
txakoli diferente, fermentado parcialmente en barrica y crianza de 8 meses
sobre sus lías. Variedades Hondarribi Zuri Zerratia y Petit Manseng. Un vino
con una nariz que marca y mucho la madera. No aparece por ningún lado la
característica acidez de un txakoli al uso. Creo que incluso aún le queda
capacidad de mejora en botella. Yo tengo en casa una guardada, veremos.
Una rica crema de calabaza acompañada por
un langostino nos abre el apetito.
Unas cojonudas gambas a la plancha que
degustamos a nuestro modo, sólo me mancho las manos yo. Pero conste en acta que
es así como más disfrutamos ambos, así que para qué discutir. Muy ricas.
Le toca el turno ahora un plato de esos “de toda la vida”. Uno de
esos platos que dignifica y de qué manera lo clásico. Producto que bien
mezclado te hace disfrutar como un txikillo. La “alta” cocina lo tiene muy
“jodido” para producir semejantes sensaciones. Unas cantharellus (angulas de
monte) con yema de huevo y foie. A dos manos, con buen pan, perdiendo la
compostura pero con ganas de ponerme a cantar. Divino plato. Magnífico.
Como plato principal hoy le ha tocado el
turno a una estupenda lubina. Perfectamente preparada. En su punto. Carne
suelta. Sabor……. Poco que añadir. Disfrute.
No hay sitio para postres, como hoy hace
de nuevo una noche medio primaveral, salimos a tomarnos el cafecito y el último
trago de txakoli a la terraza. Nos acompaña Monika, un “torbellino” de mujer
con la que “arreglamos” parte de este mundo que no tiene solución.
48 euros por persona sin vino han tenido
la culpa. Nada que objetar, más bien todo lo contrario. Uno de mis restaurantes
preferidos, de esos que cumplen con todos los requisitos para la satisfacción
del comensal.
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