Pues nueva visita a
este restaurante donde tan buenos ratos he pasado. Un día “raro”, es lunes pero
víspera de festivo. Había reservado mesa por si las moscas y menos mal.
Prácticamente la totalidad de los comensales son más europeos que nosotros. De
horarios tempraneros.
Nos acomodamos en una
de sus buenas mesas y vamos echando un vistazo a su carta, aunque dejaremos que
Iratxe nos diga lo que hoy merece más la pena.
Afortunadamente Angel
es un enamorado de los vinos y aquí hay ocasión de probar algunas cosas
diferentes a las habituales. Concretamente tenía yo ganas de probar un vino en
concreto.
Albariño Zarate El
Palomar 2016. Cien por cien albariño, cepas muy viejas y prácticamente a nivel
del mar. Una pena que el vinazo del mismo productor se haya terminado. Ese
Eulogio Pomares larga crianza. Este otro, con una crianza de 9 meses sobre sus
lías en barricas de roble francés y con un reposo en botella de 2 meses, me ha
dejado un tanto sorprendido en un principio. Una nariz un tanto plana. Incluso
en boca le ha costado definirse. Pero al de un rato ha surgido una acidez
considerable y la cosa ha ido a mucho mejor. Al final ha resultado un vino
potente que invita al trago pausado. Creo que habrá que catarlo dándole más
tiempo en botella y tendremos un vino de esos que me encantan.
Comenzamos con unos
cojonudos perretxikos. En cuanto nos ponen el plato delante percibimos ese
inconfundible olor a tierra, a naturaleza. De un color claro y de tamaños más
variados. Estos sí que son auténticos. Acompañados de una yema de huevo que
hace pareja perfecta con las setas. Un plato para disfrutar, sin más. Producto
de mucha calidad y sin tonterías. Riquísimos.
Me gusta que Iratxe
“cante” los precios de los platos que están fuera de carta. Yo, capeado
suficiente en estos asuntos, suelo preguntar para no llevarme sorpresas
desagradables pero aquí no se hace necesario.
Aran decide, tras,
como no, su momento de duda entre carne y pescado, “atacar” una cojonuda
merluza con verduras. Creo que la foto lo dice todo. Muy bien conseguida,
ración de tamaño más que considerable. Todo en su punto exacto. Hoy, mi pobre
chica ha sufrido un pequeño “susto” tras su generosa donación de plasma pero
eso, que todo ha quedado en un susto.
Yo me tiro de cabeza
hacia los txipis en su tinta. Otro de esos platos que jamás me cansan. Con esa
textura que algunos consideran “dura” pero que a mi me encanta. Sabor, mucho
sabor. Esa salsa que exige hacer revisión de uñas por esos “untes” de pan. Me
lo he pasado estupendamente.
La txikita necesita
algo fresco, así que una bolita de helado de mandarina la ayuda a recuperar un
tanto ese color que ha perdido. Aquí los helados son de diez, un “mago” los
prepara y saben a lo que venden. Sin trucos, sin engaños. Geniales.
Yo tengo vino, hoy
Aran no anda con muchos ánimos, así que les pido que me saquen media tablita de
quesos. De nuevo podemos comprobar la diferencia con otros sitios visitados.
Quesos de calidad, quesos que no te dejan indiferente. Desgraciadamente de
nombre sólo recuerdo el Comté. Pero los tres a nivelazo. Uno de ellos con toque
de trufa. Incluso en membrillo es de los que sorprenden, de los hechos en casa.
Otro rato cojonudo que he pasado.
Un cafecito da por
terminada la velada. Abonamos los 112 euros de la cena. Tengamos en cuenta que
el vino son 29, buen precio por cierto, muy poco subido sobre su precio de
bodega. El Nido, es sin duda,
uno de mis sitios preferidos. No defrauda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario