Hoy “Hugo” nos ha
hecho cambiar los planes. Teníamos
intención de acercarnos a la costa pero demasiado viento para andar con
tonterías. Así que cambiamos las temperaturas algo más “templadas” por las un
poquito más “siberianas” de la capital alavesa.
Como hace bien
poco me llevé una sorpresa con ir sin reserva, me decido a llamar antes de
arrancar. Tenía ganas de visitar este precioso caserón de más de 130 años.
Me sorprende ver
la animación que reina. Tienen servicio de barra y buenos pintxos. Tiene
también varios comedores, hoy nos acomodan en la planta baja. Buenas mesas,
bien preparadas. Un servicio muy profesional.
La carta de vinos
muy “riojana” y muy de tintos. No tenía demasiadas opciones. Mirando sus
espumosos descubro que se basan casi exclusivamente en cavas de una misma
marca, con la que estoy demasiado enfadado como para pedir nada suyo. Pero
curiosamente, en hoja de vinos de la semana, descubro un cava riojano que ya había
probado y que me resultó agradable. Un Viña Pomal. Cien por cien garnacha.
Tiene mucha fruta en nariz, muy distintos de los cavas más a mi gusto. Un tanto
“flojo” de potencia. En mi opinión casi “demasiado fácil” de beber. Para mi
compi un vino muy agradable. A fin de cuentas nos ha hecho disfrutar de la cena
que es lo más importante.
Como al llamar me
habían preguntado si queríamos cordero o cochinillo, nos habíamos decidido por
una ración de lo primero, así que pedimos un par de platos antes de atacar el
principal.
Aran se decide
por una crema de marisco y rape. La simpatiquísima camarera, ante la prontitud
que tiene mi compi para frenar el servicio, la mira y le dice que tiene que
comer más, así que cual madre de las de siempre, le llena el plato. Desde luego
que la pinta bien lo merece y al final, ni para untar un poco de pan deja.
Realmente exquisita y apropiadísima para las temperaturas que “disfrutamos”.
Yo me he
decantado por unas maravillosas manitas de ibérico con langostinos sobre crema
de gambas. Perfectas. Deshuesadas. De esas que invitan a dejar de lado las
“buenas costumbres” y coger pan a dos manos. Están de rechupete. Una ración
casi demasiado abundante para ser un entrante pero he sido “valiente” y no he
dejado nada.
Pasamos ya al cordero. Lo ofrecen como lechal alavés. Vida corta la de este animal pero eso nos permite disfrutar de su maravillosa carne. Mucho tiempo hacía yo que no lo cataba. Preparado en su horno de leña. Turrado pero con la carne suelta. Buena
ración también. Buenas patatas lo acompañan. Aran tira más hacia la parte menos
contundente, las costillitas y yo doy cuenta del “grueso” de la ración. Tal vez
un poquito de salsa hubiese mejorado el resultado final pero tampoco es que
estuviese demasiado aceitosa. Una pequeña ensalada de lechuga y cebolla ,
imprescindible en estos casos, ayuda a refrescar el plato.
Para endulzar la
velada nos decidimos por una tarta de queso que , cosa curiosa lleva como
compañía una de nuestra míticas cremas dulces, la intxaursaltsa (salsa de
nueces). Aunque no es de mis tartas de queso favoritas, está muy rica. Suave y
sin compañías extrañas de mermeladas.
Termina Aran con
una infusión mientras yo degusto la última copa del Viña Pomal. Pues hemos
disfrutado mucho con la cena. Todo a buen nivel y un servicio muy agradable. El
importe total han sido 87 euros. Buen precio, ajustado a lo recibido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario