Me tocaba
ya. Una pareja a la que conozco ya hace unos años, después de aquella, mi
primera visita a su GuGeu. Allí vi que hacían bien las cosas y desde
entonces es un restaurante de visita obligada. No todo lo que uno quisiera
pero……
Nos recibe
Monika, un “torbellino” que sabe llevar una sala. Es su negocio y lo sabe. Sin
tonterías, amabilidad, profesionalidad, saber estar….. En cocina su pareja, Alberto. Se han echado también buenos ayudantes, uno de ellos, Hodei. Ya nos
conocimos en la anterior visita y creo que tiene un estupendo futuro en este
mundo.
Conocemos
el lugar, la oportunidad “moderna” de comer en mesas altas en la zona del bar o
en la misma terraza se está imponiendo. Yo sigo en mis trece, me encanta la
tranquilidad. Su pequeño pero coqueto comedor es agradable y allí nos
acomodamos.
Hoy es 27
de octubre de 2017, un día que pasará a la historia, sin lugar a duda alguna. No
sabemos muy bien el modo en el que terminará todo esto pero hoy tenemos que
beber un cava. Y sin dudarlo, un cava catalán. Nos decantamos por uno en
concreto, preciosa botella, parece incluso más grande que una normal. Un Alta Alella Brut nature Gran Reserva, un cava
ecológico. Variedades Pansa blanca, chardonnay y pinot noir. Más de 30 meses de
crianza. Burbuja fina y muy bien integrada.
Un cava con un final con ligero amargor, eso hace que se alargue el
disfrute y la botella aguante durante toda la cena. Buena relación calidad
precio.
Nos
obsequian con un estupendo aperitivo, en forma de crema y de salmón. Ni hemos
hablado, es lo que tiene llegar sin merendar. Poca atención a este primer
bocado que desaparece de nuestros ojos a mil por hora.
A Marijo,
así como a mi, nos encanta el tomate así que pedimos una ensalada para
compartir. Maduro, jugoso, carnoso, se deshace en boca. Una delicia. Si mi
amatxu levantara la cabeza…. Mira que lo intentó pero no pudo conseguir que lo
probase y mira tú ahora….
Continuamos
con unas deliciosas cigalitas. Aquí la calidad está por encima de todo.
Disfrutamos de ellas poco a poco, con toda la “delicadeza” que uno puede tener
comiendo este tipo de producto. Dejando la “educación” de lado y chupando los
dedos con gula. Muy ricas.
De segundos
Marijo se lanza a por un begihandi. Después de pensárselo un par de veces y
ante la tentativa de ponerse a untar pan sin conocimiento, decide comérselo a
la plancha. Muy bonita presentación. Textura
adecuada. Sabor, huele que alimenta. Yo me hubiese ido a por lo mismo
pero con su tinta. Para mi uno de los mejores platos que existen. Pura delicia.
Yo,
escuchando algo que no es demasiado habitual en los restaurantes, me animo a
comerme unas patitas de cordero en salsa bizkaina. Las de cerdo son más fáciles
de encontrar. De todos modos paso un más que agradable rato. Hoy me he echado
“un largo”, hago una apuesta con Monika. Hablamos de diferenciar alimentos con
los ojos cerrados. Una cena de altura tiene la culpa. Quizás el ser un poco
“echao palante” me haga perderla pero todo se andará. La solución en próximos
capítulos.
De postre
nos comemos una suave y jugosísima torrija con helado. Está dulce, está
cojonuda.
Hace una
estupenda noche así que salimos a la terraza a tomarnos los cafés. Se nos une
Monika y allí charlamos tranquilamente sobre lo humano, lo divino y demás
asuntos tan interesantes cuando uno está en su mejor momento. Tal es así que tras preguntar a mi amiga Marijo si
se anima a conducir, me tomo un GT de seagrams . Qué rico sabe, oyes.
Hoy hemos
pagado 119 euros con invitación a los cafés y al GT, eskerrik asko por el detalle. Un verdadero placer, como
siempre.
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