Desde la quedada con compis de verema no había vuelto
a visitar este local. Ya tenía ganas. Uno, que es, como todos los de mi pueblo,
“un alavés raro”, visita mucho más Bilbao, la proximidad es lo que tiene.
Ya se nota y mucho que octubre no es julio. Además
“Siberia-Gasteiz” no se anda con bromas. Nos ha pillado un poco “el toro” y
calor no es precisamente lo que hace hoy aquí.
Nos acomodan en una de sus bonitas mesas dentro de uno
de sus comedores. Me gusta la decoración y la sensación de estar en una especie
de pequeña bodega. Sus paredes de piedra ayudan mucho en ese aspecto.
Mientras miramos un poco la carta nos dejan en la mesa
un picoteo de encurtidos y un aceite arbequina para que vayamos masticando un
rato.
Compartimos primero una ensalada César. A Aran le
suele gustar pedirla. Eso de ensalada suena a “light” pero esa salsa tiene más
calorías que media docena de donuts. Está rica aunque quizás un tanto “pobre”
de ingredientes no verdes.
Ella se decanta por un rape bisqué con langostinos y
crema de marisco. Buen plato. Calidad del pescado, calidad de la manera de
tratarlo. Un par de buenas piezas de langostinos acompañan al pez.
Yo me voy a por un solomillo a la parrilla. Acompañado
de unas patatas fritas cortadas como a mi me gustan. En “gordo”. Así el sabor
de la patata es más marcado. Los pimientos rojos asados son de los ricos. La
calidad de la carne es indiscutible. El punto ideal. Tiene un color que da
gusto.
Como no podía ser de otra manera, la que no tiene
hambre no puede dejar de caer en la tentación del postre. Cosa curiosa. Mira
que suelo pensar que algunas tienen dos estómagos, uno para lo salado y otro
más grande para los postres. Así que compartimos una torrija de pan, de las
ricas. Jugosa. Los acompañamientos, sobre todo la crema pastelera, completan un
buen postre.
Me he animado hoy a tomarme una copita de un dulce que
me gusta muchísimo, un moscatel Ochoa. Navarro. Mi compi tiene mucho de esa
tierra pero, a pesar de su “golosonería”, no le va este tipo de vinos.
Venía yo ya con la mente dispuesta a probar un vino. Tiene
todos los puntos a su favor para gustarme. Albariños y ribeiros, sobre todo
algunos de ellos suelen ser de mi gusto. A Pita Cega, cosecha 2013. Mitad
albariño y mitad treixadura. De la bodega Lagar de Sabariz en Ourense.
La filosofía de la bodega al crear este vino es
“curiosa” en algunos aspectos. Botella ecológica, corcho natural de bosques
protegidos, las uvas se trabajan en biodinámica. Al parecer las viñas producen
poca uva pero muy sana.
El vino se cría durante un par de meses sobre sus lías
y luego permanece en depósitos de acero inoxidable hasta la siguiente vendimia.
Parece ser que la añada 2013 no fue fácil para la
recogida de la uva. Por una climatología no demasiado favorable no maduró todo
lo debido y la acidez de este vino teóricamente está más marcada.
Dicen algunos de mis compis que saben mucho de estos
asuntos que este tipo de vinos son de los que de una botella a otra pueden
tener mucha diferencia. Quizás a mi me haya tocado una de las “menos buenas”,
quizás es que tenía tantas expectativas puesta en él que me ha defraudado un
tanto. Decir que no me ha gustado sería mentir. Pero esperaba más. O también es
posible que las comparaciones, cosa imposible de evitar me hayan jugado una mala
pasada. Por el precio, 32 euros, creo que
hay alguna cosa más interesante. Tal vez tenga ocasión de probar alguna otra
botella y las cosas sean distintas.
Con un cortadito y una infusión damos la velada por
terminada. Buen producto, bien tratado y un precio justo hace que sea un local
digno de visita.
El total abonado ha sido de 106 euros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario