Tenía ganas
mi amiga Marijo de venir aquí. Ella es quizás mi mejor compañera de andanzas.
Una mujer "todoterreno" en lo gastronómico. Disfruta más que yo y eso ya es
decir. Pero también tiene su criterio. Le gusta comer pero le gusta comer bien.
No suelo ser
amigo de comer en esos “modernos” mostradores cara a la cocina pero en esta
ocasión quería que mi compi pudiese comprobar en persona no sólo que aquí se
cocina muy bien, también quería que pudiese comprobar “in situ” que no hay
trucos, que todo es vivo y que encima el rollo en esa cocina es maravilloso.
En el menú
de este restaurante son fundamentales los productos de temporada. No siempre
degustaremos lo mismo. Eso sí, algunos de sus platos míticos no desaparecerán tan fácil y espero tener la ocasión de
encontrarme con ellos en el futuro.
La
decoración está pensada para evitar distracciones. Sin coloridos fuertes, sin
manteles llamativos, sin estridencias, suavidad visual para dedicarte a lo que
realmente merece la pena, lo del plato.
Comenzamos
eligiendo el vino. Nos traen la carta y en cuanto la abro y veo algo en
concreto, dejo de buscar. Un vino que me gusta mucho y encima de una añada que
merece la pena “descubrir”.
Gravonia
crianza 1993. Un vino cien por cien viura, un riojano de calidad suprema. Es
increíble que tras 23 años esto siga siendo un vinazo. Tengo que reconocer que
a día de hoy este tipo de vinos me tienen totalmente enamorado y quizás no sea
yo el más imparcial pero está impresionante. Un vino que hay que beber a
temperaturas “altas”. Podemos así apreciar en su justa medida todo lo que nos
da. Me quito el sombrero antes semejante sutileza. He disfrutado como un
chiquillo de esta botella que ha acompañado maravillosamente incluso a los
postres.
Poco voy a
comentar los platos. La foto, su nombre y diré simplemente que
del primero al último han causado sensaciónes: Sabores, aromas, sorpresas,
guiños…….
Entrantes:
corteza de bacalao crujiente……. Crema de patata y yema de huevo….. La patata y yema de huevo para "morirse", literalmente.....riquísimo. Empezando así.... ¿puede uno superarse?
Tuétano en
guiso de rebozuelos. Simplemente decir que he dejado los cubiertos a un lado,
he cogido el pan y lo he degustado “a lo bruto”, cual trozo de tocino después
de unas buenas alubias. Puro “erotismo” culinario.
Molleja de
ternera a la brasa, cerezas encurtidas y emulsión de queso curado. Una vuelta a
su plato, han conseguido mejorar algo que ya era extraordinario.
Primer
postre… Mar. Pura frescura que limpia el paladar para prepararlo hacia el mundo
dulce. Muy bien conseguido, refrescante a más no poder.
Plátano,
café y oliva negra. Un “viejo conocido” que consigue tras mezclar todos los ingredientes que lo que parece destinado al divorcio llegue sin problemas a las bodas de oro.
Como no podía ser de otro modo nos obsequian con un tercer postre, uno de los platos que digo míticos, el Sabayón de azúcar moscovado, sorbete de naranja y yogur de cítricos. Nadie quiere perderlo de vista, que siga siendo así.
Dos
estupendos cafés con unos ricos detalles en forma de gominolas de frutos rojos,
galletitas de mantequilla salada y unos bizcochos de avellana.
Un buen
rollo con todos los protagonistas de la noche. Unas cuantas celebraciones hoy.
Simpatía, profesionalidad…… Creo que Mina y su equipo sigue siendo, sin duda
alguna, la mejor referencia de la capital en su tipo de cocina. Merece la pena
y la merece mucho. Gracias a todos ellos por lo vivido.
El total
abonado hoy ha sido de 209 euros que me parece una ajustadísima relación
calidad-precio. Su página web: www.restaurantemina.es
Al salir
hemos tenido la ocasión de presenciar un espectáculo de unos ágiles
jóvenes franceses que nos han contado una bonita historia. La frase que da título a este
post es de ellos. Me ha impactado. Realmente es así, “me quedan más ayeres que
mañanas” pero eso sí, cené "un ayer" en Mina, mañana………..
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