Algo está cambiando en Bilbao y cada día descubro locales
“distintos” a lo que venía siendo habitual. Locales que se parecen un tanto.
Locales derivados más hacia el consumo de copas de vino y pintxos que a la
restauración clásica. El Sacacorchos era uno de ellos y ahora han dado un paso
más y el Cascanueces es la prueba de ello. Aquí sí puede uno sentarse en una
mesa y comer o cenar como es menester.
Agradable decoración, nada estridente. El que parece el jefe de
sala se me hacía cara conocida. Algo era ello, ha trabajado en el Zortziko y recordaba una
larga conversación allí mantenida. Así que sabe bien lo que se hace.
Al pedir la comanda nos comentan que son raciones generosas. Esto es un detallazo hoy en día,
Cesta de pan. Uno de cereales hecho en Zalla que casi parece un
bizcocho, uno de borona y uno más “normal”, casero, en este caso más al gusto
de mi compi que al mío. Menos crujiente. Estupendos panes. Me gustan los sitios
que tienen buen pan. Degustamos un aceite hecho expresamente para el local. Un
aceite de Artajo hecho en Tutera/Tudela. Con una suave acidez del 0,2%. Lleva
varias variedades de aceitunas y el resultado es un aceite muy suave, “gordo” y
con un sabor potente.
Comenzamos con una ensalada de pulpo. Bonita presentación. Buena
materia prima. Es la segunda vez en poco tiempo que me sorprenden con la
presentación de la lechuga. Repito que no es un adorno sin más. Con una gracia
destacable. Lleva una especie de mayonesa pero con un toque de wasabi en la
zona verde, en la otra zona es dulce.. Unas pequeñas patatas asadas con piel
que están muy ricas también. Una ensalada que da lo que ofrece. Generosidad en
las cantidades y generosidad en las calidades. Empezamos bien, empezamos muy
bien.
Continuamos con otra generosa ración, en esta ocasión un cojonudo
tataki de atún. Con un toque de soja y de nuevo otra especie de mayonesa muy
rica. Esto es lo que es, un pescado sublime. Toque perfecto, sin pasar ni un
minuto más de lo debido por cocina.
Al leer la carta hemos visto algún plato que no nos sonaba de nada
así que como la curiosidad siempre nos puede y como pienso que hay que probar esos
platos que no vas a poder degustar en otro sitio, le preguntamos a nuestro
anfitrión por el “solw galeto”. Nos comenta que es pollo pero un pollo hecho de
una manera diferente. Pues como a ambos nos gusta dicho animal, a por ello que
nos vamos.
Presentación curiosa, en la parte baja lleva unas chips de batata
y plátano. Como presentación original, como resultado no nos ha gustado
demasiado. Demasiada sal y poco sabor sorprendente. Me refiero solamente a los
chips, no al pollo que estaba delicioso. De pequeño tamaño, muy bien guisado.
No ha quedado nada seco. Lo acompaña una
salsa muy sabrosa. Pues si en vez de esos chips llevase unas patatas fritas
caseras, el plato ganaría mucho en nuestra modesta opinión.
Cuando voy con mi hijo, tengo un pequeño problema a la hora de
elegir los vinos.
Aunque me encanta la progresión que ha tenido en poco tiempo,
tampoco quiero que no disfrute de ellos. He visto que tienen un Tondonia con el
que sé que voy a quedar más que satisfecho pero le comento si tiene algo que no
sea tan ”serio” ni que tampoco se pase de afrutado. Me comenta que tiene uno que puede cumplir con
ambos requisitos. Un Castillo de Monjardin Reserva 2010 Edición limitada.
De color dorado es, al parecer, el único Chardonnay reserva que se
hace en el estado. Ha debido gustar mucho pues tiene unas cuantas medallas de
oro. A mi me ha gustado; tiene ese toque de crianza. Como dice mi hijo, “es de
los tuyos, aita”. Un año en barricas de roble francés “tiene la culpa”. Después
pasa otro año y medio en botella antes de comercializarse.
Estamos satisfechos pero como nos quedan un par de copas de vino
le pregunto si tienen algún queso rico por ahí. Pues efectivamente va a ser que
sí. Tres quesos distintos. De menor a mayor potencia. El primero no ha
destacado demasiado. Bueno pero sin demasiado sabor. El segundo, un queso azul
de pasta amarilla ha sido el favorito de mi compi. Le encanta el queso azul. No me he quedado
con los nombres de los quesos. Eso sí, con el último sí. Un queso que ya había
probado y que ha “tumbado” a mi hijo. Un queso afamado pero que no está hecho
para todos los públicos. El Picón
Bejes-Treviso, elaborado en Cantabria con leches muy variadas de vaca, oveja
latxa y cabras Pirenaicas de Picos de Europa. Un queso que se “merienda” al
membrillo.
Así que va a ser que hoy no toca café. Demasiado sabor de boca.
Sorpresa con una cocina de buena calidad y buena materia prima que
uno no espera encontrar tan fácilmente en estos locales de moda que están
amoldándose al cambio de costumbres y estilos que estamos sufriendo.
Por todo ello hemos pagado 88 euros. Correcto precio por lo
degustado. Habrá que volver a probar algún plato que nos hemos dejado en el
tintero. Como esos estupendos tomates que hemos visto a la salida.
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