No acudo todo lo que me gustaría y no acudo todo lo que se
merecen. Pero tengo muy claro que al menos una vez al año no se me escapan.
Creo que está todo dicho sobre este restaurante en las mil
opiniones vertidas y creo que pocos podrán “alardear” de opiniones tan
regulares.
Y conste que si algo hacen aquí poco es precisamente “alardear”.
Naturalidad al cien por cien. Simpatía. Educación. Buen hacer…….
Venir aquí es saber que has acertado sin llegar a sentarte,
luego ya…. de cada cual depende el grado de satisfacción. Pero esto es una
apuesta segura.
Hoy me acompaña mi retoño. Le está gustando esto de comer y
beber bien. Si ya lo digo yo, que listo es, sobre todo para lo que quiere.
Como tiene algún pequeño problema con algunos alimentos con los
que “no puede”, por el camino echamos un vistazo a la carta del restaurante
para que me vaya diciendo, sobre todo, lo que no podemos pedir.
Una vez descartados algunos platos, ya vamos más a tiro hecho y
bien ayudados y aconsejados, pedimos unos cuantos platos para compartir que
tenemos el privilegio de degustar emplatados individualmente que es todo un
detallazo muy de agradecer.
Al sentarnos nos obsequian con unos “palitos” de ¿galleta? Y de
¿pizza? y con dos copas de txakoli. Y nos ofrecen a elegir varios tipos de pan.
Mi hijo no es demasiado “panero” pero hoy se come dos. Si es que lo rico nos
tira a todos. Yo, como no puede ser de otro modo, me decanto por mi más que
favorito pan de maíz.
Como aperitivo nos sacan un plato de txitxarro que “nada” en un
caldo que no soy capaz de recordar pero que tenía un toque muy suave a
“cilantro” y que está tan rico y fresco que ambos lo terminamos cual si de
tazón de caldo se tratase…….. “a morro”. El txitxarro está espectacular.
Comenzamos con nuestra primera elección. Tomate confitado sobre
migas de aceituna negra. Ambos hemos comentado que si este plato te lo sacan
con los ojos cerrados, difícilmente reconocerías exactamente lo que estás
comiendo. Seguro que te sonaría pero…… Una combinación excelente de sabores
donde nada molesta al resto y un conjunto muy logrado que hacen de él un plato
sabroso y fresco a la vez.
Dicen que Andra Mari es clásico. No digo que no lo sea, ello le
ha llevado hasta donde está, pero la cocina de Andra Mari apuesta mucho también
por jugar con sabores, por arriesgar y hay ocasiones, muchas, donde aciertan.
Este plato es una demostración de ellos. Cigala asada con tétano atemperado y
crema de coliflor. El tétano no es precisamente un sabor que pase
desapercibido. Mi hijo me dice que le parece tocino. Quizás pueda decirse que
tienen un cierto parecido. La cigala cojonuda y la salsa ni te cuento. Un
conjunto que pudiera parecer abocado al “divorcio” pero que creo llegará a
celebrar sus bodas de oro.
Otro plato que nos llega que de clásico tiene bien poco, un
Arroz marinero de moluscos con ali-oli de jengibre. Punto exacto del arroz y
sabor muy marcado. Poco se parece esto a una paella. Sorprendente.
Este que nos llega sí puede ser más habitual pero no por ello
menos sorprendente. Un Estofado de bacalao y cebolla con crema de patata y
huevo. Sabores reconocibles. Aroma que te inunda. Cuchara para rebañar bien el
plato. Pan para terminar de “limpiarlo”. Qué rico está esto, oyes.
Al comenzar, me han dicho que hoy había atún. A mi es oirlo y es
que ya no me concentro. No puede evitarlo pero es que no quiero hacerlo.
Asi que, de nuevo un par de raciones servidas en sus más que
originales y estupendos platos de unos lomos de atún rojo. No soy amigo yo de
que este producto lleve compañía. Me gusta tanto que no quiero serle “infiel”
con ningún otro ingrediente. Hoy me vuelven a demostrar que aquí arriesgan y
mucho. La compañía es sorprendente. Mi “pobre” hijo que es muy poco amigo de
los postres, se encuentra con unos pequeños dados que él piensa que son
patatas. La cara que pone es de foto. Es… piña.
Lleva además como un puré verde que sintiéndolo mucho no soy
capaz de recordar de que era exactamente. Yo me como primero toda la compañía
para después degustar el pescado en su “justa” medida. Poco que añadir,
simplemente ……. Riquísimo.
Hoy he querido apostar también a lo seguro con el vino. Además
quiero ir introduciendo poco a poco a mi hijo en el mundo de “mis vinos”. Así
que nos vamos a por un Tondonia Reserva 2000. Por si alguien lo duda, un vino
blanco. No vayamos a confundirnos.
Servido en unas estupenda copas Riedel y perfectamente rellenado
según vamos necesitándolo. La temperatura, algo “baja” al principio, va
“atemperando” y podemos degustarlo como debe ser. Algún día, quizás, aunque me
dice nuestra sumiller que es batalla perdida, seamos capaces de hacer entender
que los blancos se beben “templados”, no helados.
De este vino se pueden decir muchas cosas. De la filosofía de
esa bodega. De su calidad, de su seriedad, de su permanencia. De la fidelidad
de sus clientes. Ojalá muchos siguiesen sus pasos.
Vinos blancos tratados como tintos. Vinos que permanecen años en
barricas de roble, Que después pasan más años aún en las botellas, esperando su momento.
Algunos, al ver las añadas y las botellas comentan que como
puedes beber un vino tan “viejo”. ¿Viejo? Pero si acaban de sacarlo al mercado.
¿Viejo? Pero si es casi “pecao” beberlo
ahora. Yo, desde luego, que he guardado alguna botellita.
Como somos de beber pausado, llegamos a los
postres con un par de copas aún. Ya he dicho que mi compi no es “postrero” pero
sí que es “quesero”, así que una tablita de quesos que nos ayuda a terminar el excelente vino.
Concretamente un rulo de cabra, un Idiazabal, un queso de Roncal
y un queso azul componen la tabla. Me quedo con el Idiazabal y el azul, que por
cierto “enamora” sobremanera al txikito.
Con los detalles de “fin de fiesta” en forma de pastelito de
chocolate y un par de mini bizcochitos, me pido mi cafecito. En cuanto lo veo
delante, me gusta tanto su pinta que les digo que no quiero leche. Que
diferencia de un buen a un mal café. Afortunadamente en nuestro pequeño país,
disfrutamos de muy buenos cafés. Este ha sido de los mejores.
Hemos pagado 124 euros por todo ello. Nada, absolutamente nada
que objetar, mucho, mucho que agradecer. Su página web: www.andra-mari.com
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