Que tremenda sensación de satisfacción cuando algo que te
imaginabas se convierte por fin el algo real.
Después de soñarlo en muchas ocasiones, he comido en el
Zuberoa. Una apuesta con mi compi de trabajo, una apuesta que además de
permitirme este lujo, me permitirá seguir disfrutando de su compañía durante
unos cuantos años más. En esta ocasión, he tenido que reservar en el
restaurante con tiempo suficiente y así mismo en la vida de mi más que
atadearísma compañera de viaje.
Además, un empujón definitivo ha sido la lectura de la visita de
Isaac, un “bloquero de altura” a quien los vinos no le nublan la vista y a
quien los precios no le asustan. El habla de comida y lo hace bien, muy bien.
Si cree que aquí se come de cine, no voy a ser yo quien lo dude. Gracias Isaac.
Arrancamos hacia nuestro destino. Tengo que hacer aquí una
pequeña puntualización, hoy Nerea ha llegado un minuto antes de la hora. Esto
hay que anotarlo en el cuaderno de bitácoras.
Entre unos pequeños apuntes que había preparado yo y la
inestimable ayuda de la tecnología y con tiempo suficiente para tomarnos un
txakoli, llegamos hasta este precioso caserío que ya de por si, merece la
visita.
Al llamar me habían dicho que la terraza la tenían completa pero
hemos tenido la infinita suerte de una cancelación de última hora que nos
permite comer en su terraza que a fin de cuentas no es más que un estupendo
comedor.
Desde que entras por la puerta todo son atenciones. Atentos en
todo momento, amables pero sin demasiadas “confianzas”. Mira que yo soy….. pero
hoy no “he triunfado”. Estupendo servicio.
Nos acomodan en una mesa de estupendo tamaño. Antes de nada nos
preguntan si queremos tomar algo mientras esperamos y probamos una de sus
cervezas, concretamente la Gorri de Pagoa. Está rica, potente.
Acompaña perfectamente a ese aperitivo de foie caramelizado que
comienza a demostrarnos donde estamos. Esto puede pasar por un entrante, por un postre o por lo que le de la gana. Sublime, esto es
“hilar” fino, Hilario.
La separación entre las
mesas es amplia. Mantelería, cubertería, coperío, vajilla….. todo a un
excelente nivel. No falta detalle. Cambio constante de platos y un detalle
mucho más que importante, siempre una cuchara a mano, cada día me gusta más
esta “herramienta” para degustar los platos y evitar así, en la medida de lo
posible, el uso continuado del pan. Hoy ha sido imposible y al final he comido
tres panes distintos que por cierto se van sacando sin problemas. Estas salsas
son simplemente “de un no untar imposible”.
Ya saben que queremos el menú degustación, nos preguntan si
tenemos algún problema con alguno de los platos y como hay posibilidad de
elegir entre dos de carne, optamos por pedir uno cada uno y así lo probamos
todo. Además hemos cambiado uno de los postres para degustar su “estrella” de
la casa.
La carta de vinos es larga, muy larga y entre eso y la
diferencia de gustos con mi compi, hacen que me sea costoso decidirme. Así que
me arriesgo y pido algo que no conozco. Ekam 2013. Hoy lo merece. Me permito el
lujo de “robar” las notas de cata de este vino a un maestro, compañero de
verema que con sus palabras nos explica que ha sentido con este vino. Eskerrik
asko Arrutzi:
Aroma meloso, algo serio, profundo, floral, mimosas, manzana
asada, punto mineral, tiza, lías, cáscaras de cítricos, pulpa de pomelo, hueso
de melocotón, flores secas, heno. Un torbellino. Al rato traslada ecos con
contenido, crece en la copa, su supuesta sencillez fresca te llega e intriga,
con delicadeza, nos va enseñando poco a poco todo lo que tiene, su clara
evolución, dará mucho, mucho de sí. Surge la fruta más melosa, las flotes y la
mineralidad.
En boca es jugoso, cítrico, con un tacto algo seco, te llena de
frescura, se bebe con agrado, rapidez y persistencia. Señala y remarca las
impresiones de la nariz. Con una acidez tan señalada como elegante, es un
placer en la boca. Al rato gana en untosidad, adquiere volumen pese a su gran
frescura y esa acidez que ahora lo adelgaza.
Remata su cata Arrutzi con esta frase: “que no se enfade nadie
pero me ha recordado, en boca y solo por momentos, a un buen txakoli
bizkaitarra.
Desde luego que yo no he conseguido descubrir ni la cuarta parte
de matices pero con una cosa estoy de acuerdo. Gana un montón a medida que pasa
el tiempo. De entrada me ha perecido plano pero ha ido subiendo y subiendo
hasta terminar gustándome.
El servicio del vino es perfecto, a su tiempo, sin agobios pero
sin pausas. Así como el del agua que mi
compi necesita, yo… como que paso.
Comenzamos con el desfile de los platos del menú. Una
apreciación, los tiempos son perfectos. Ni atascos, ni esperas. Todos ellos en
el momento justo.
Quizás en otros restaurantes me permita algún que otro “lujo” a
la hora de comentar lo degustado. Hoy, simple y llanamente voy a poner el
nombre del plato y su foto. Creo que desde el primero al último ha sido la
misma satisfacción. Decir que cada vez que te colocan uno delante, lo primero
que aprecias es el atrayente aroma que te invade. Todos “huelen”, todos huelen
bien.
Royal de crustáceos al roma de hinojo.
Cigala asada al jengibre, ravioli de albahaca y espárrago verde.
Vieira asada, salsa civet de su coral, endibia caramelizada y
emulsión de canela y vainilla.
Ravioli de ternera a la plancha, fondo de jamón y remolacha.
Huevo escalfado a baja temperatura, velouté de guisantes, paté
de foie-gras y trufa.
Merluza al aroma de limón y piperrada.
Carré de cordero, puré de patata y vinagreta de cítricos.
Pichón asado, tosta de higaditos y nabo relleno de setas.
Mandarina y naranja, sorbete de cereza y almendra amarga.
Haremos un pequeño alto en el camino, lo que viene a
continuación merece una mención especial. Todo dios lo dice, nadie lo duda. La
mejor tarta de queso del mundo. Hay veces que cuando te han hablado tan bien de
algo, cuando lo pruebas la satisfacción no alcanza tus expectativas. Hoy no ha
sido así, esto está….. DE LA OSTIA. No
sé como definirla así que no voy a hacerlo. Simplemente PERFECTA. El “cielo”
culinario.
Para acompañarla hemos pedido un par de copitas de PX, este
“zumo de pasas” es mejor compañía para semejante tarta.
Un par de cafés, pero cafés-cafés. Casi me da hasta pena echarle
un poco de leche para cortarlo. Simplemente viéndolos se nota que son
especiales. Los acompañamos con unos detalles en forma de trufas, mango,
tejas….. pero la sombra de la tarta es insalvable.
El total abonada hoy ha sido de 353 euros. No es un sitio al que
yo me pueda permitir el lujo de acercarme todos los meses. Pero que nadie lo dude: Volveré.
A la salida, despidiendo a los comensales se encuentra el “mago”
que ha hecho que esto sea posible, Hilario Arbelaitz. Amabilidad, sencillez.
Nada de trombones, nada de platillos. Sin orquestas, sin “celestialidades”. Mila esker, Hilario.
Desde luego que hoy sí he salido por “la puerta grande”.
Satisfacción plena, sensación de haber tocado el cielo. Conste que hoy “casi lo
consigo”. No llores porque ya se
terminó, sonríe porque sucedió. www.zuberoa.com
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