No llevaba yo hoy reserva, pensaba, como así ha sido, que
problemas de sitio no íbamos a tener. Llegamos pronto para lo que acostumbro y
somos los primeros. En la barra, sentado y ocupado con sus cosas, está Daniel
García, el “jefe”. De incógnito.
Al final se menea un tanto la noche y por lo menos 16 comensales
nos juntamos en el local. Siempre he pensado que las mesas de dos son demasiado pequeñas.
El espacio entre ellas no es el que me gustaría que fuese.
Evidentemente si las
cosas fueran distintas el precio debería serlo también. Yo lo pagaría gustoso
pero todos no somos yo, afortunadamente, por cierto.
Arantza suele cenar habitualmente muy ligero y cuando sale de
casa, dice que la “cebo”. Así que
prefiero que elija un plato principal para después acompañarlo con alguno de
los “picoteos” que oferta este restaurante.
Para beber, como a ambos nos encanta, me decanto por un cava. En
esta ocasión un Raventós i Blanc Gran Reserva la de Finca 2007
Elaborado con cinco variedades de uva. Tras una primera
fermentación en depósitos de acero, el cava reposa 3 años en botella.
Fina burbuja bien integrada, fruta fresca y por supuesto, como
un buen cava, notas de pastelería que incluso yo comienzo a percibir.
Un par de ricas y
crujientes txapatas de pan. Como curiosidad decir que te lo traen en una
bolsa de papel. Se me ha caído al suelo e inmediatamente ha venido la camarera
a cambiarlo y eso que yo he insistido en que no lo haga. Eso es un detalle muy
a agradecer.
Comenzamos con un par de croquetas caseras Atea. De carne. Ricas
no, lo siguiente. De esas que te comerías una docena. Consistentes. El relleno
con sustancia. Nos han encantado.
Un par de langostinos envueltos en pasta kataifi. Esta pasta,
presentada en forma de hilos finos, de origen griego y utilizada principalmente
para postres, permite jugar para darle formas de nidos, cilindros, madejas….
Al no ser ni dulce ni salada permite jugar mucho con ella y en
este caso que nos ocupa es un buen acierto. Nos ha gustado mucho a ambos la
propuesta y de estos también hubiésemos comido unos cuantos.
Llegan ahora los principales, ella, carnívora por naturaleza, se
ha ido de cabeza a las láminas de entrecot a la brasa con pimientos asados y patatas
fritas. Eso sí, ante la pregunta del punto deseado, como no, ella ha pedido que
se la pasen un poco más. No le va eso de “al punto”. Pero está rica, con mucho
sabor a carne, esto no es ternera, no señor. No siempre hacerse viejo va a ser malo.
Tengo la suerte de que Aran no es amiga de grasas y las puntas
me las como yo. Tengo el colesterol a niveles que “tengo que mantener” y pienso
hacerlo.
Yo, es un vicio desde siempre, he visto lo de manitas y no he
podido evitarlo. Lo digo como si me importase. Así que me han sacado unas
manitas de cerdo a la plancha sobre salsa de tomate.
Las manitas exquisitas, deshuesadas. La salsa, alegría de la
huerta, es más una bizkaina que un tomate. Rica de ganas. Este plato me tiene a
mi ganado el corazón. Para untar pan, cosa que he hecho sin contemplaciones. Si
cuando digo yo que al cerdo hay que hacerle homenajes…….. Me refiero al de
cuatro patas, que conste.
Una de las amables camareras que nos han tocado hoy en gracia
nos ha preguntado si queremos postre. Le hemos dicho que nos gustaría compartir
uno y ella nos ha recomendado encarecidamente que probemos su tarta templada
casera de queso sobre base de galleta.
Ha tardado un rato en salir pero ha merecido la pena. Templado,
como se enuncia. Dulce pero sabrosón. Rica de ganas. Cojonuda. Recomiendo que
si pasáis por aquí no dejéis de probarla. Gracias maja por el consejo, ha
merecido la pena. Eso sí, como ración individual es mucho más que generosa, es
mejor compartirla. Estupendo final para la cena y además con el cava…….
“matrimonio perfecto”.
Una infusión para ella y un cortao para mi y tras dos horas nos
vamos con la sensación de que ha sido una experiencia muy satisfactoria. El
total abonado han sido 77 euros. Buen precio. Su página web: www.atearestaurante.com
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