Hace tiempo que tenía ganas de
acercarme yo a Laguardia. Demasiados años sin ir. Parece mentira que estemos en
la misma provincia. Eso sí, de punta a punta. Así he descubierto algún que otro
camino. A la vuelta hemos pasado por el puerto de Herrera, mi primera vez. Dos
grados me ha marcado el coche en la cumbre y una niebla cerrada que ha hecho
que el paisaje haya perdido mucho encanto.
Tenía muy claro donde iba a comer,
alguien de quien me fío un montón, alguien que además es bastante exigente y
muy formal, ha hablado en más de una ocasión de este restaurante y ha hablado
muy bien. Conociéndole y conociéndome, estaba seguro de que yo iba a hablar aún
mejor. Es lo que tenemos los “blandos”.
Al llegar a Laguardia y una vez
localizado el restaurante, cruzamos una de las puertas para introducirnos en el
espacio amurallado y recorrer esas estrechas calles repletas de tiendas, bares,
tabernas……. Está hoy el día más de caldo que de vinos, además no hay que
“cargar” demasiado que luego ya beberemos algo rico en el restaurante.
El local se encuentra en la parte
exterior, por fuera no es nada del otro mundo pero su interior me ha encantado.
Buenas mesas, buen espacio entre ellas, muy limpio, sensación de mucha luz,
preciosa decoración muy “vinícola”. Esas hojas de parra de la pared me han
enamorado.
Al llegar de los primeros nos dan mesa
a elegir y después se llena totalmente e incluso algunos se han tenido que
quedar con las ganas. Elegimos una que para dos es más que amplia y conste que
las otras mesas de dos son de buen tamaño.
Nos acercan las cartas, la del comer y la del
beber y además unos cuantos platos fuera de ella que por la pinta irán
cambiando según temporada.
Dejo que Arantza vaya echando un vistazo
al asunto del comer y mientras yo le echo un vistazo a la carta de vinos que,
cosa mucho más que lógica, está bien surtida de vinos de Rioja.
Me voy directo
a los blancos con crianza y pido recomendación a la que por las formas y el
modo de hablar puede ser una de las “jefas”. Me comenta que se venden demasiado
rápido. Eso denota que algo sabe de vinos. Que si no me importa va a buscar por
ahí a ver que tiene. Y al de un rato aparece con una botella de Cifras, una
garnacha blanca de 2011. De la bodega Exeo del vecino pueblo de Labastida.
Al parecer este vino está criado de
manera “curiosa”, la mitad en barricas de roble francés y la otra mitad sobre
sus lías en huevo de hormigón. Hoy me acostaré sabiendo algo nuevo, mira tú por
donde. El color me lo esperaba más dorado, es muy claro para tener su edad. En
nariz no presenta demasiada fruta y en boca se nota un tanto esa madera con un
final que me resulta amargo. Me ha gustado bastante pero no lo incluiré en mis
favoritos.
Como aperitivo nos sacan un par de cremas
de calabaza para calentar el cuerpo y prepararle para lo que viene. Un par de
trozos de pan correctos, sin más. Me esperaba yo algún pan blanco de picos, de
esos tan típicos de la zona y que tanto me gustan. No termino yo de
acostumbrarme al precio del pan….
Para compartir y que además nos
presentan en platos individuales, Aran ha pedido un pulpo a la brasa con ñoquis
de parmesado. Simple y llanamente impresionante sabor y excelente calidad y
textura. Recomiendo este plato, para nosotros ha sido sobresaliente. Curioso el
toque de los ñoquis pero quedan en segundo plano, que a fin de cuentas es donde deben quedar.
Yo venía con la intención marcada de
probar sus famosas manitas de cerdo con foie fresco y reducción de PX. Pues
dicho y hecho. No me arrepiento. Esto no tiene mucho que ver con mis manitas
favoritas, las preparadas sin deshuesar y con esa salsa bizkaina que tanto me
apasiona. Pero están de película. Se nota que el animalito del que provienen no
es “un cerdo normal y corriente”. Tienen una “grasa” que me hace olvidar mis
modales. Cojo unos buenos trozos de pan y cual si se tratase de un trozo de
tocino del de las alubias de siempre, a dos manos y a dos carriles, me termino
de untar el plato.
Mi compañera se decide, tras dudas
entre carne y pescado, por una merluza con hongos. Al ver la ración casi le da
algo. Estupenda ración de un estupendo pescado. Calidad superior. Suelto,
jugoso, sabroso. Otro plato de nota sobresaliente y esos hongos que lo
convierten en un “tierra-mar” muy bien conseguido. Como una campeona deja casi
limpio el plato. Buena señal.
Yo hubiese comido otro postre, la
recomendación de Josean iba por ahí pero como no queríamos pedir más que uno
para compartir, al final han ganado la batalla los Canutillos rellenos de crema
pastelera al ron con chocolate caliente. De todos modos así tengo excusa para
volver a por el otro.
Yo diré que muy rico, ella puede decir
que muy ricos. Para cuando me he querido dar cuenta casi me quedo a dos velas.
Ciertamente sus postres tienen fama pero desde luego que este la tiene bien
merecida. Están golosos, están para chuparse los dedos. Están muy, pero que muy
ricos.
Hoy me permito el lujo de pedirme un
vinito para el postre y cosa curiosa, me ofrece un PX pero “a granel”. En
botella sin etiqueta pero cuyo interior denota su calidad. Grueso, cual jarabe
de pasas. No me parece que muchos de los “famosos” le hagan sombra en exceso. Además invitación de la casa y tentado a repetir pero.........
Un cafecito y una infusión dan por
finalizada la velada. Salimos contentos. Destacar el servicio y atención,
simpatía y amabilidad a raudales. El importe total ha sido de 88 euros, siendo
el precio del vino 25 euros. Así que diré que me parece una estupenda relación
calidad-precio. Recomendable.
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