Me tocaba
hoy compartir mesa con mi retoño. Es un hombre muy ocupado entre viajes,
fútbol…… Así que quería llevarle a un sitio donde se sintiera cómodo. La duda
ha durado bien poco. Además ya iba siendo hora de hacerles una nueva visita. Tenia yo
antojo de cenar algo en concreto y le envio un mensaje a Andoni explicándole mi
“plan” de cena y dejando que sea él quien decida con que vino vamos a acompañar
las viandas.
Pues a la hora
convenida cogemos el coche y nos dirigimos hacia Muxika al restaurante donde
dice mi hijo que mejor le tratan. Me
hace gracia pues me dice todo “serio”: Aita, mejor incluso que en…….. Alguno de
Bilbao donde tampoco es que se pueda quejar precisamente.
Allí nos
reciben Andoni y su amatxu y nos aposentan en la que ya poco a poco se va
convirtiendo en “mi mesa”. Siempre he cenado en ella, comparte “categoría” con
otra a la que también siempre he considerado “mi mesa” . Encima de ella, tres
botellas de vino blanco que Andoni ha elegido y que toca ahora decidirse por
una de ellas.
La elegida
se abre y se procede a un primer encuentro. Pues en nariz aparece algo que no
es demasiado de mi agrado. Un marcado olor “ajerezado”, enseguida el “maestro”
lo prueba y retira la botella. Síntoma claro de que el vino no está ya
precisamente en su mejor momento. Una pena puesto que al parecer es un vinazo.
Además tenía un color muy atrayente.
Así que a
“txikeros” que se nos va y pasamos a abrir la segunda opción. En este caso un
verdejo pero que poco a casi podíamos decir que más bien nada, tiene que ver
con lo que nos ofrecen asiduamente en los bares de poteo. En este caso se trata
de un vino mucho más “serio”. Un
Naiades, cosecha 2008. De color más bien
tirando a “verdoso”. Enseguida muestra mucho potencial, una marcada acidez que
nos dice bien a la claras que este vino tiene posibilidad de aguantar algún año
más en botella. La madera perfectamente integrada pero dejando evidencia de
esos ahumados y tostados de ese paso de 7 meses por las barricas de roble
francés. Dicen que marida bien con
carnes blancas y pescados, pues hoy ha demostrado que también lo puede hacer
con carnes más rojas.
Nos van
abriendo boca con un estupendo aperitivo, una crema que además lleva “sacramentos”.
Comienzo a untar pan. Un buen pan, por cierto, de los de mis gusto, con buena y
crujiente corteza.
Al rato allí
aparece “la rubia”. Una rubia consistente, de buen tamaño. Había pedido yo una
un poco menos “voluptuosa” pero aquí no se andan con “tonterías”. Mil
setecientos cincuenta gramos de una cojonuda carne de vaca rubia galega.
Presentada
en una parrilla con sus brasas pero acertadamente colocada en un plato para que
nosotros vayamos decidiendo su punto. La grasa está tan rica como la carne. Mi
hijo anda haciendo sus “pinitos” en eso de comer lo “gordo” pero yo no tengo
problema alguno, más bien diría yo que la mezcla es placer de dioses.
En mis
mejores tiempos creo que hubiese sido capaz de comerme esta txuleta yo solito
pero hoy nos ha dejado bien satisfechos a ambos.
Acompañan a
la txuleta unas buenas patatas fritas y una ensalada de lechuga y cebolla
aliñada como a mi me encanta. Con “potencia”, con vinagre sin tonterías.
Recuerdos de las que mi amatxu nos preparaba para acompañar sus estupendos
guisos.
Hoy no
tenemos sitio para más. Pero nos sorprende nuestro anfitrión con una botellita de algo que está muy rico, una sidra de hielo asturiana de la que uno bebería la botella entera. Dulce pero con buena acidez. De
nuevo nos han hecho sentir como en casa. El maestro tiene próximamente un reto,
ha vuelto a demostrar que tiene mucho arte en esto de conocer los vinos. Lleva
un año que “se sale”. Pues mucha suerte en este próximo reto, estaremos contigo
en alma, en cuerpo no podemos. Rico cafecito y a otra cosa, mariposa.
De todos
modos nos vamos con la próxima visita “sellada”, el 31 de este mes volvemos a
una estupenda cena maridaje de unos ricos rosados. Pues lo viviremos y se lo
contaremos como es menester. 90 euros han
“tenido la culpa”. Con semejante carne y
semejante vino…… que más puede uno pedir.
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