Tocaba ya visita. Cuando llamo para reservar, en este local es conveniente
hacerlo, les pido que nos sienten en “mi mesa”. Mira que me gusta. La que no
quiere casi nadie es mi preferida. Se ven las cosas diferentes desde aquí,
parece que uno vive más en directo todo lo que pasa.
Enseguida me doy cuenta de que falta algo. Ni más ni menos que
el precioso cuadro de la pared. Al preguntar me comentan que ha sufrido un
“accidente” pero que en breve volverá a presidir la pared. Yo tengo la suerte
de tenerlo “guardado”.
Aquí se trabaja con producto de casa y de no tan cerca. Es una
mezcla de cocina clásica y modernidad. No se andan con “miedos” y arriesgan con
mezclas que algunos no entienden pero cuyo resultado es genial, por esto su
éxito.
Al cabo de un rato me dice mi hijo que tiene la cocina a la
vista que allí está Iñigo. ¿Qué Iñigo? Le pregunto. Pues uno que conoces puesto
que has comido algo suyo en otro sitio. Allí que se nos presenta un momento
para saludar. Es Iñigo Otaola, que me dio de cenar en la Taberna de Arakaldo y que
me hizo salivar con sus guisantes con yema. Joven cocinero del vecino pueblo de Okondo, me alegro del "salto".
Me gusta mucho el pan de este local. Pan crujiente, pan de casa,
pan rústico. Me alegra saber que Aitor, el alma de este restaurante tiene en
mente la apertura de un nuevo local. El asunto va de panes y estará situado
justo un poco más arriba de Bascook. Así que ya tenemos 3 en raya: Txocook,
Bascook y….............
Como aperitivo nos deleitan con un salmorejo. De sabor muy
potente. Fresco, como no pero riquísimo. Me ha recordado un poquito al “famoso”
salmorejo de mi amiga Amaia, “el espanta vampiros” como le llamo yo.
Con tres platos para compartir creo que va a ser suficiente. Así que tras dejar que Ioritz eche un vistazo a su nada clásica
carta, comenzamos con un Udon tinta, calamaretti en tempura y batido de trigo
verde. Me encantan estos fideos gruesos y más cuando están cocinados con
sustancia. Este es, sin duda, el caso. La tinta del calamar me parece uno de
los vicios más “peligrosos”. Invita a untar y untar. Todo ello está cojonudo.
Además nos lo emplatan individualmente, detalle.
Encima tienen otro detalle con nosotros y nos sacan unos
berberechos con un poquito de panceta. Qué decir…. Creo que de estos me como
yo… ¿mil? Para chuparse los dedos. Por cierto, perdón por la calidad de las fotos, no es que sea yo precisamente bueno en este campo pero la luz nos ha jugado hoy una mala pasada.
Le toca ahora el turno al tartar de selección, papadum, mostaza
y sal de cecina crujiente. El papadum es un pan plano, muy fino, como si fuese
un “talo”. Crujiente tras su fritura. Originario de la India. El tartar, de
carne de vacuno está muy sabroso. Mi hijo, se come el suyo, parte del mío y al
terminar me suelta algo que es ya habitual en él. Aita, no me ha gustado mucho.
Pues menos mal… Ya sé yo que el asunto de alimentos “poco” cocinados no va
mucho con él. La verdad es que está muy logrado y no da sensación alguna de
alimento crudo. Me ha encantado.
Terminamos con unas gyozas de papada con guiso de sepia y
berenjena ghanoush. Las gyozas no son otra cosa que unas empanadillas japonesas
y el ghanoush es una crema de berenjenas típica de países árabes, sobre todo
Egipto y Líbano. Ha sido el plato más potente de sabor de la comida. Ya nos lo
ha dicho la amable camarera. Pero realmente somos todoterrenos en la mesa y a
mi me va más un sabor potente que algo que no sabe a nada. Muy rico, la verdad.
Para beber me he decantado por algo que a mi me gustó mucho en
otra ocasión que pasé por aquí y que además sé también que va a ser del gusto
de mi retoño. Un ribeiro, concretamente un Ramón do Casar, un poco joven aún,
cosecha 2015. Cien por cien Txeixadura.
Un vino que tanto en nariz como en boca muestra mucho la fruta. Un vino muy
fácil de beber pero que tiene una excelente acidez. No es que sea dulce pero no
amarga en absoluto. Preciosa etiqueta que viene a ser un homenaje a la
emigración gallega de los años 40-60. Un
vino que ganará con uno o dos años en botella, estoy seguro de ello.
Los postres de este local merecen mucho la pena pero el txikito
es muy poco golosón. Además como tenemos vino de sobra, nos ponemos de acuerdo
enseguida. ¿Una tablita de quesos?
Queso gouda. Queso holandés de la región del que saca el nombre.
De color amarillo. Con no demasiada grasa y un ligero toque dulce.
Queso de oveja carranzana, elaborado con leche cruda de esa
oveja de cara negra que desgraciadamente se encuentra en peligro de extinción.
Se necesitan media docena de litros de leche para obtener un queso curado de
menos de medio kilo. Método tradicional de elaboración. Suelen ser de pequeño
tamaño y la corteza tiende a coger un color amarillento. Bien curado tiene un
sabor potente.
Bleu des Basques. Un queso azul de Iparralde. De ovejas de los
Pirineos. Un queso potente, con un ligero toque “picante” pero muy agradable de
comer. Como no podía ser de otro modo
ha sido el triunfador de la tabla. Nos gustan los azules (en quesos, no nos "liemos").
Completa la tabla un queso Gruyere. Queso suizo, suave, de leche
de vaca. Quesos de gran tamaño y que NO
tienen agujeros. Esos se los dejamos al Emmental. Textura semidura con una
corteza ligeramente granulada. Me parece de sabor suave en comparación con el
resto de los quesos degustados.
Hemos tenido la ocasión de charlar un rato con Aitor que me
comenta sus intenciones de “frenar” un tanto su “poco relajada” carrera. Se va
a dedicar en cuerpo y alma a esta sucesión de locales situados “3 en raya”.
Creo que en breve visitaré a su vecino y doy por supuesto que tendremos la
ocasión de probar alguna de sus futuras elaboraciones “paneras”.
La comida de hoy ha supuesto 99 euros que teniendo en cuenta los
22 del vino hacen que salgamos a “taintantos” por barba. Creo que merece la
pena. Genial el ambiente, genial el trato y genial la comida. Su página web: www.bascook.com
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