Ya había estado yo por aquí tomando algo pero tras las constantes
lecturas de un conocido cántabro que ha comido en unas cuantas ocasiones aquí,
tenía que terminar por probarlo. Así que aprovechando el fin de semana de ocio total,
reservamos para el viernes noche pues sabemos que aquí no es sencillo encontrar
sitio. Y menos mal que así lo hicimos.
Te ofrecen la posibilidad de cenar pronto, concretamente a las nueve menos cuarto o esperar en lista a las diez y media y te van llamando a medida que van quedando las mesas libres. Conozco yo a un medio tocayo mío que elegiría sin duda alguna ese primer turno pero a mi me va más cenar un poco tarde.
Hay gente esperando fuera pero en cuanto preguntamos en barra y faltando
pocos minutos para la hora acordada, nos acomodan en una mesa en su acristalada
y bien vestida terraza.
Para beber nos hemos decantado por una botella de cava, un Juve Camps
que conocemos sobradamente y que sabemos nos va a hacer disfrutar de la cena en
su justa medida. Una cesta de pan que
está rico, pan blanco que me encanta.
Hoy mi acompañante no tiene el mismo saque que yo precisamente y dejo
que sea ella quien decida lo que vamos a cenar. Sus croquetas tienen fama y nos
gustan a ambos así que comenzamos con ellas que en carta rezan: Inigualables
croquetas de jamón. Bueno, pues están ricas. Sabemos que es algo que unos días
puede salir mejor que otros. Quizás saben demasiado a la bechamel. Demasiadas expectativas a veces no son buenas.
Mi compi se decanta por un solomillo a la plancha con patatas fritas
caseras. Le gusta la carne hecha y se lo preparan partido por la mitad. La
verdad es que es una buena carne y en su punto de temperatura correcto. Clásico
pero casi siempre gratificante plato. Se agradecen esas patatas caseras, no hay comparación.
Buena fama tienen también sus pescados y como queremos probar ambas
cosas y sé que a ella le va, pedimos una merluza en salsa con almejas.
Buen trozo de buen pescado. Bien tratado. Hecho pero jugoso. Buen tamaño
de las almejas que están sabrosas. De nuevo un clásico plato que satisface con
creces las expectativas del comensal.
De postre tenía que probar esa tarta cántabra. Dice Arantza que parece
una quesada, a mi me ha sabido diferente pero me ha gustado mucho. Quizás yo le
pondría algún piñón menos pues “pesan” demasiado al degustarla. Consistente
postre después de una consistente cena.
Una infusión y un cafecito y pagamos 67 euros por todo. Una buena
relación calidad-precio. Pues me parece un buen sitio para disfrutar. Trato
amable por parte de todos. Quizás algún día será cuestión de volver y probar
alguno de esos pescados al horno que hemos visto pasar o incluso una buena
txuleta.
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