Visitar restaurantes, disfrutar de sus cocinas, de sus locales,
de sus gentes…… es un verdadero placer. Además, poder contarlo y que otros lean
lo que cuentas y que incluso, les guste, es la repera. Pero por encima de
todo ello está el hecho de conocer gente.
Gente que muchas veces merece la pena
y la merece mucho. Hoy ha sido uno de esos días; hace tiempo que nos conocíamos
por la escritura y hoy nos hemos puesto caras. Buena gente, muy buena gente.
Recuerdo la vez que Joan me preguntó si existía la posibilidad
de asegurarle una semana de buen tiempo en Bilbao. Yo le contesté que me
pidiese un trocito de luna, que quizás pudiera conseguírselo pero que lo que me
pedía era pura ciencia ficción. Y lo que es la vida, una cosa es asegurar buen tiempo
y otra muy distinta es que hayamos elegido uno de los peores fines de semana en
lo relativo a la climatología. Agua, frío, viento, granizo, nieve…… de todo un
poco o de todo un mucho. Pero somos “valientes” y no nos vamos a amedrentar por
una “minucia”.
Tras pasar por la Bodega Urbana y probar un par de txakolis para
ir entrando en situación y allí ir uniéndonos al grupo, nos acercamos,
sorteando vientos y mareas hacia el restaurante. Allí nos esperan como siempre
Aitor y Marian y sus amables ayudantes. Tenemos la mesa preparada y somos
puntuales. Joan y M.C. son europeos y sus horarios no son precisamente los
nuestros.
El local se va llenando y a pesar de ser relativamente pequeño,
nos juntamos unos cuantos comensales con ganas de disfrutar y pasarlo bien.
Habíamos concertado un menú para probar sus mejores propuestas y
el asunto de los vinos lo habíamos dejado en manos de Marian que sabe mucho de
esto. Ella quiere ofrecer buenos vinos pero vinos de buen precio.
Como detalle nos sacan unos trozos de txistorra, concretamente
de Arbizu. Está para comérsela y eso hemos hecho. Riquísima.
Pasamos a su estupendo salmón ahumado, producto diez, de Keia.
Ese ali-oli de piparra de Ibarra que acompaña al salmón es un puro vicio. Para
untar en el pan, para comerlo con cuchara, para “gozar”.
En el asunto líquido hemos comenzado con un txakoli, Marian
quiere que sea un txakoli más “clásico”, con cierta acidez y con el Agirrebeko
lo consigue. Elaborado por la bodega Berroja es un vino con un ligero tono
verdoso, que tiene mucha fruta en nariz y una acidez notable pero fácil de beber.
Continuamos con el huevo poché sobre crema de patata trufada y
pimiento morrón. Hoy he tenido un disfrute extra. Justo delante de mí se ha
sentado M.C. y verla comer ha sido un placer. Cuando en tus manos han
puesto el compromiso de elegir el restaurante y compruebas que has acertado, es una alegría añadida.
Este plato es un clásico pero no por ello es un lujo. Materia
prima de muchísima calidad y buena mano. Para untar el plato hasta dejarlo
reluciente. Además el pan está co-jonudo. Como a mi me gusta, crujiente, del
día.
Pasamos a otro blanco, concretamente a un Quinta do Couselo. Un
albariño que lleva un pequeño porcentaje de otras uvas para, al parecer,
restarle un poco de acidez. Un vino con muchísima fruta en nariz y en boca. Un
vino que se bebe sin darte cuenta. A mi me ha gustado mucho.
No había probado yo el arroz de Aitor. Al concertar el menú,
Marian me lo recomendó. Hoy hemos podido comprobar que ha sido una buena
recomendación. Recién hecho, en su punto. Un arroz con begihaundi y verduritas.
Estupendo el punto, buena cantidad de “tropiezos”. De nuevo, platos limpios,
impolutos. Señal, la mejor, de que está para chuparse los dedos.
En este punto, catamos un vino gentileza de nuestros visitantes,
otro blanco. Está bien que se acuerden de uno. En este caso un Domaine du Clos
des Fées. Cosecha 2012. Garnacha blanca. Cambio radical comparándolo con el
anterior. Menos afrutado. Más ácido. Pero quizás a la larga, mejor vino. No lo
sé. A mi me ha gustado mucho a pesar del primer “susto”.
Con el taco de bacalo asado sobre piperrada y su refrito ha
maridado estupendamente. El pescado de calidad, buen tamaño, buenas lascas. En
general ha parecido un pelín pasado de punto de sal. A mi me ha encantado, me
gusta la sal, me ha recordado a bacalaos degustados hace años.
Algunos comienzan a “ponerse” nerviosos, demasiado vino blanco.
Asi que Marian nos saca un Prima 2012.
Crianza de 14 meses en barricas de roble francés. Yo, como es mi buena costumbre, sigo con mis blancos.
Crianza de 14 meses en barricas de roble francés. Yo, como es mi buena costumbre, sigo con mis blancos.
Les llega el turno a las carrileras de ternera guisadas y braseadas
en su jugo. Otro plato de calidad superior. Muy trabajadas. Sacando lo mejor de
ellas. Tiernas a más no poder y jugosas. Desperdicio ninguno. Más pan, que la
cosa lo merece.
Nos toca el turno de los quesos. Como sabía que los amigos
franceses nos traían algunos para probar, había avisado a nuestro “proveedor”
habitual, Oscar, para que se cortase un tanto. Y solo ha traído uno. Así que hoy hemos podido probar
varios quesos, más o menos fuertes, de casi todo animal “lechero”: oveja, vaca,
cabra e incluso búfala.
A mi me gustan los quesos, pero algunos me superan. Son
demasiado potentes para mi. Todos tienen mucho sabor y a mi me han encantado
uno que tenía cierto parecido, a mi parecer, con nuestro Idiazabal y otro azul,
de los dos el menos fuerte. De ese me como yo medio kilo y me quedo tan ancho.
Trozo de pan y trozo de queso.
En este punto hemos tenido un pequeño debate con el maridaje. Yo
hubiese elegido, cómo no, un blanco potente. Joan prefiere un tinto. Al final,
para dejarnos a todos contentos, nos sacan un Jarrarte 2010, un rioja 100%
tempranillo y además un cava. Un privat laieta Gran Reserva Brut. Mi “maestro”
Josean me da una pequeña lección sobre la burbuja integrada o sin integrar.
Ahora lo tengo un poco más claro. En este caso está bien integrada. Por cierto,
lo que no iban a beber, se han puesto las botas. Está muy rico. Hemos repetido,
merecía la pena.
Y terminamos con la tostada casera y helado de yogurt griego que está de vicio y
que algún que otro golosón que además no tienen fondo, ha repetido.
Unos ricos cafés, unos combinados a precio de bar de pueblo, no
de capital y bien preparados y una larga charla, dan por terminada, unas
cuantas horas después, una estupenda velada en la que, como siempre, lo humano
ha estado por encima de la comida y eso que esta, ha estado a un nivel
sobresaliente.
Quizás en grupo seamos de esos clientes que a un restaurante le
“tocan un tanto la moral”. Esa costumbre de cambiar de vino con cada plato hace
que terminemos con la cristalería de muchos de ellos. Aún y todo, la atención
ha sido impecable.
Pues señores y señoras, lo he dicho ya unas cuantas veces, para
comer muy bien, excelente producto y recibir buena atención por un precio muy
ajustado, el Trueba es, sin duda, unas de las mejores opciones de Bilbao a día
de hoy.
El precio de este menú ha sido de 40 euros y con todos los vinos
y combinados hemos salido por 75 euros por persona que me parece una estupenda
RCP.
No hay comentarios:
Publicar un comentario