Pues como
siempre, a lo tonto otro año que se nos va. Con lo que les cuesta a las horas
pasar en los momentos difíciles y después lo rápido que pasan vistas desde el
presente.
Pues como
ya hemos hecho costumbre, nos escapamos mi retoño y yo a celebrar este cambio
de número a un restaurante que nos gusta y donde tenemos ese plus
importantísimo de poder elegir algún vino rico para poder entrar en el nuevo
año con buen pie.
Está lleno
hasta los topes, menos mal que somos de reserva anual y a pesar de la locura de
organizar este tipo de historias, a Iratxe no se le escapa ni una.
Hoy les
toca trabajar y bien para que los demás podamos acomodarnos en una de sus mesas
y ser atendidos estupendamente en todo momento con una sonrisa en la boca.
Algunos encima dirán que cobran mucho. ¿A caso tiene precio algo así? Yo diría
que no.
Queremos
regar la cena con algo especial y sin dudarlo con unas burbujitas ricas. Así
que yo me lo traía ya un poco estudiado. Nos decantamos por un champagne grand
cru, de la zona de Ambonnay. Un Les Crayéres, cosecha 2009. Variedades
chardonnay y pinot noir. Uno de esos vinos complejos, con intensidad aromática
y con una boca que te permite saborearlo con paciencia, sin prisa alguna. Creo
que hemos sido “inteligentes” con el trato de su temperatura. Resulta
tremendamente agradable de beber. Para gustos los colores pero "ambos dos" hemos
disfrutado como chiquillos con él. Creo que tiene larga vida pero mucha suerte
sería volver a poder encontrarnos con él.
Comenzamos
la cena sólida con una presentación preciosa de una ensalada de bogavante con
vinagreta de frutos rojos. Calidad altísima del producto. Bueno y bonito.
Angel es
un artista pero encima tiene mano, mucha mano con el arroz. Risotto de
verduras y alcachofas.
Un plato
clásico del local que nunca falla. Pimientos rellenos de txangurro con salsa de
marisco.
No entraba
en el menú pero me comenta Iratxe si prefiero hongos o……….Caracoles a la
bizkaina. Pues con la sorpresa de que mi hijo es de mi misma opinión, nos
lazamos de cabeza hacia esos caracoles. Para untar pan y pan, cojonudos.
En este
punto y como no me importa llevarme lo que sobre, tenía yo ganas de probar un
vino en particular. Un ribeiro con muy buenas críticas. Concretamente un Emilio
Rojo. Es de 2015. Variedades Albariño, Lado, Loureiro, Torrontés y Treixadura.
Tiene un precioso color tirando a oro. Nariz muy compleja pero no de las de mi
gusto. Quizás sea uno de esos vinos que me encantará cuando tenga algún añito
más. De todos modos hay que reconocerle que “competir” con el champagne de hoy
es un reto excesivamente alto y más en el paladar de dos enamorados de la
espuma.
Terminamos
lo salado con un solomillo a la plancha con pimientos asados a la leña y
patatas fritas. Todo de calidad superior y trato espectacular. Carne suave y
con ese toque que sella la parte superior pero deja jugoso su interior. Los
pimientos para ponerse a “llorar”.
Disfrutamos
de un helado de vainilla y un hojaldre con chocolate que cedo a mi retoño
puesto que él no es amigo del plato de detalles de navidad que nos colocan
delante. Pudiendo disfrutar más cada uno… para qué discutir.
A las doce,
mientras yo salgo a la heladora calle al vicio, mi hijo y los demás se comen
esas doce uvas que…. dicen…. traen suerte. A mi me va igual de bien o de mal y
no comparto esa curiosa “afición”.
Nos
despedimos de ellos, gracias por estar ahí cuando se os necesita. Nos veremos
entre medias pero si no pasa nada dentro de 365 días aquí estaremos.
Pues que
2019 no se de peor que su antecesor y que sigamos pudiendo disfrutar de
excelentes manjares y de esos vinazos que vayamos descubriendo.
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