Hace tiempo que le había echado el ojo y sabía que
iba a terminar visitándolo. Así que hoy ha sido el día. Llamada para reservar
por si acaso.
Local amplio, moderno, me gusta su decoración.
Buenas y espaciosas mesas, bien vestidas. Servicio amable y profesional.
Atentas en todo momento y sin problemas a la hora de dar las correspondientes
explicaciones. De nuevo un local que avisa si consideran que estás pidiendo
demasiado. Un detalle muy importante.
En cuanto a mis gustos vinícolas, corta carta de
blancos y espumosos pero suficiente para salir del paso. Así que hoy ha tocado
un buen cava que siempre resulta más que resultón. Un Gramona Imperial Brut. Con su habitual bollería presente,
burbuja fina y un paso por boca muy promediado entre esa fruta y ese ligero
amargor que hace que el trago sea más pausado. Un cava que siempre agrada y que
me parece de una estupenda relación calidad-precio.
Nos obsequian como aperitivo con un par de cucharas
de salpicón de marisco. Evidentemente
con la compañía de hoy, me “tengo” que comer ambas. Fresco comienzo.
Correcto el pan y calentito, que se agradece.
Estamos en julio pero estamos en Gasteiz, hoy casi se agradece un ligero abrigo
para la espalda.
Comenzamos con unos langostinos con crujiente de
frutos secos, coulis de maracuyá y mojo picón. Como a Aran no le va el picante,
les pedimos que el mojo nos lo sirvan de manera que no toque los langostinos.
Dicho y hecho. Bonita presentación. Rico plato, de cantidad más que correcta.
El mojo picón está en su punto. Ese picante que se nota y bien pero sin
anestesiar. Yo mojo, nunca mejor dicho, hasta dejar el tarrito vacío.
Continuamos con un risotto de hongos. Aquí ya la
cantidad es casi excesiva. Es un plato consistente. Está bien rico, como suele
ser menester, un pelín “soso”. Buena cantidad de hongo y punto perfecto del
arroz. La salsa resulta incluso un poco “dulce”, imagino que algo de nata habrá
por aquí. Hemos medido bien la cantidad puesto que aún queda recorrido.
Compartimos ahora, presentado en raciones
individuales, unos “flanes” de merluza rellena de setas y langostinos con crema
americana. Lo de flan viene por su presentación. Buen pescado, bien preparado y
notoria la compañía de la seta y el marisco. Un plato agradable al paladar y
esa salsa lo suficientemente ligera tanto de textura como de sabor para no
ensombrecer el asunto principal.
Terminamos la parte salada con unos tacos de buey a
la plancha con patata panadera y piquillos. Desde luego que esta carne tiene un
sabor especial. Yo soy más amigo del sabor de una buena vaca vieja, me gusta
más. El buey, además con una maduración larga, tiene un toque que no termino yo
de “entender”. Pero de todos modos muy rica y como hemos pedido, la mitad de
ellos a mi gusto y la otra al gusto de mi compi que la prefiere más pasada.
Muy bien aconsejados por la camarera, compartimos
un postre. Cien hojas de café con leche. Acompañado por un helado de turrón que
está cojonudo y una pequeña galleta oreo. El hojaldre está de muerte y la crema es de un toque cafetero
pero muy fino. Arantza no es amiga del café pero le ha encantado. Además, por
si tenéis problemas, es café descafeinado. Un postre de esos que se te quedan
en la memoria. Riquísimo.
Cafecito e infusión. Abonamos los 95 euros que
teniendo en cuenta los 24 del cava, resulta un precio muy ajustado a lo
consumido. Pues un buen descubrimiento en la capital alavesa. Me ha parecido un
restaurante con todos los ingredientes para poder disfrutar.
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