Habíamos hecho una visita recientemente pero esa iluminación un tanto
“romántica” que utilizan en las cenas hizo que las fotos fuesen de las que es
imposible utilizar. Mal fotógrafo soy habitualmente pero en esa ocasión no
había manera de aprovecharlas.
Así que, como tampoco importa mucho repetir cuando sabes que vas a
disfrutar, nos volvemos a acercar a este restaurante, referencia del buen
producto en Bilbao.
Hoy, pensando un tanto en mi han puesto una iluminación más adecuada para
un mal fotógrafo así que las cosas han salido mejor.
Mesas amplias, bien vestidas. Enseguida nos acercan las cartas pero
prefiero dejarme aconsejar y es lo que hacemos.
Tres tipos de pan, a cada cual mejor y tienen la delicadeza de ponernos un
poco de cada uno. Acompañados de un riquísimo aceite de excelente calidad.
“Reto” a Unai pero me gana clarísimamente por la mano. Le pregunto si tiene
algún Itsasmendi 7 de …… 2012, por ejemplo. Uno no piensa dónde está y al
momento allí que aparece con lo que uno pensaba que sería más que difícil.
Un vino con una capacidad de guarda increíble. Evidentemente ha perdido
gran parte de su acidez pero ha ganado “serenidad”. Está muy rico y nos ha
permitido disfrutar de la genial cena con holgura.
Pues, después de saludar al tocayo de mi hijo, compañero suyo de Ikastola y
que atiende, gustosamente al nombre de “Eugi”, vamos dejando que ellos, a su
libre albedrío, nos vayan sorprendiendo.
Comenzamos con un aperitivo en forma de Gyozas, lo que viene siendo una
empanadilla pero versión japonesa. Rellenas de bogavante. Ricas, muy ricas y
sabrosas, en un genial plato de “hueso”.
Continuamos con unos estupendos berberechos de Cambados a la brasa. Esos de
los que uno bien pudiera comerse un barco entero.
Continuamos con un maravilloso pulpo. Producto de diez y preparación de
once. Con unas esferas y una especie de mermelada de mango. Las patatas
presentadas de manera muy original en un precioso mortero. (FOTO SUPERIOR).
Continuamos con unas exquisitas kokotxas de merluza a la brasa. Puro
producto bien tratado. En un tubito tipo dentífrico nos ofrecen una salsa de
mejillones con un potente sabor. Las kokotxas están de rechupete y no necesitan
ayuda alguna.
Nos damos un “largo” y probamos una pequeña ración de angulas. Sí, de esas
que nos están prohibidas a los mortales. Al final han sido dos pequeñas
raciones que nos han permitido recordar lo buenas que están. Preparadas a la
brasa y acompañadas de caviar. Quizás dentro de otros….. diez años nos demos de
nuevo el capricho.
Terminamos la parte salada con un potente, pero que muy potente,
steak-tartare. Con mayonesas varias. Picante a mi gusto, es decir, muy picante.
Está fino, está sabroso, está cojonudo.
Como al parecer os ven cara de hambre, nos lo acompañan de unas cojonudas patatas fritas presentadas en su correspondiente sartén. Ricas-ricas.
Hablamos de postres. Mi hijo quiere probar uno que tiene una foto de las de
recordar.
Antes Unai le pregunta si le gusta el yogur. Pues va a ser que
sí. Curiosamente hemos sacado el tema de el “odio” que tiene el txikito al
membrillo. Y allí que se nos presenta el chef con los utensilios necesarios para
preparar “in situ” el susodicho postre.
En teoría la mermelada era de pera pero
ha resultado un intento, no del todo exitoso, de engañar a Ioritz. No ha sabido
que era membrillo pero lo ha dejado en el plato. La cuestión es conseguir que
coma membrillo pero que disfrute haciéndolo. Quien sabe, quizás algún día…………
Terminamos con el fluido de chocolate. Curiosa presentación en un vaso al
que echándole chocolate caliente va generando unas burbujas que terminan en el
plato en forma de un chocolate líquido y sabroso. Con helado de chocolate negro
y su tierra correspondiente. Riquísimo, para comer a paladas.
Para los postres ya no nos quedaba vino así que Unai nos ofrece una curiosa
sidra dulce. De la zona de Irulegi, en Iparralde, con un montón de variedades
de manzana y que se deja beber muy agradablemente. No con la potencia de otras
que he probado pero que en su relación calidad-precio está muy, pero que muy
buena.
Alguien sale del fondo el restaurante, me sorprende que mi hijo le salude
como si le conociese de toda la vida: bueno Iñaki, hasta luego. Pues el Iñaki
en cuestión no es otro que Iñaki Willians, un jovencísimo jugador de nuestro
Athetic, quien con sus 23 años puede permitirse el lujo de comer muchas más
angulas que nosotros. Así es la vida hoy en día, abismos entre unos y otros.
Pues nos despedimos de nuestros anfitriones, hemos cenado de puturrú
mambrú. Hemos degustado productos geniales cojonudamente preparados. La cuenta
final 163 euros. Desde luego que de caro nada, costoso sí, indudablemente pero
el que quiere peces tiene, por narices, que mojarse el culo.
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