Había pasado por delante en unas cuantas
ocasiones y además había leído algunas cosas sobre él y como no podía ser de
otro modo había que probarlo.
Llevan abiertos aproximadamente dos años,
disponen también a diario de un menú del día.
El local engaña un poco visto desde la
calle puesto que el comedor, amplio, se sitúa al fondo. Mesas amplias y con
buena separación entre ellas, eso sí, poco “lujo”. Mantelería de papel, aquí se
viene a comer pescado a unos precios más competitivos. El pan no es el fuerte del local, correcto, sin más.
La carta de vinos es bastante decente, con
muchas referencias de vinos blancos. Tenía que preguntar, por si había suerte
pero no, los vinos disponibles son de añadas jóvenes, cosa lógica por otro
lado. No han tenido tiempo de guardarlos. Así que, con muy poca “oposición” por
parte de Aran, nos decantamos por una botella de Mumm, un champagne que nos
gusta mucho. Fresco, con fruta, fina burbuja. Un vino espumoso con el que puedes disfrutar de la cena desde el
principio al final.
Mi intención era comerme uno de sus peces,
lógicamente pero en cuanto mi compi ha echado un vistazo a su carta no ha
podido evitar pedir la sopa de pescado. El plato era de buen tamaño y la ración
para quedarte más que satisfecho. Así que después no ha tenido capacidad para
darme el gustazo. La sopa bien preparada, no de las de sobresaliente pero rica
y cremosa.
Mientras ella degusta su sopa, yo disfruto de unas navajas. Buena ración, una pena que un par de ellas tuvieran demasiada arenilla, curiosamente han sido las dos últimas de la fila. Cosillas sin demasiada importancia pero que tienen "su aquel".
Continuamos con unas estupendas gambas de
Huelva estupendamente cocinadas. En su punto ideal, ni poco ni mucho. Sabrosas,
finas y con el punto idóneo de sal. La que me acompaña se permite el lujo de
pelarlas como los “finos”, con cuchillo y tenedor, se nota que estudió en
colegio de monjas.
Aran no había probado el pulpo hasta hace
unos cuantos años cuando hicimos un viaje a Galicia y desde entonces lo pide en
cuanto puede. Hoy le ha salido mal la jugada, el pulpo venía con una cantidad
más que curiosa de esos “polvos” que lo suelen acompañar y el picante era
excesivo para su “poco valiente” paladar. Así que el que se ha puesto las botas
he sido yo. Estaba cojonudo. En ese punto ideal que me encanta, sin pasarse ni
como una piedra. De los que hay que masticar pero sin perder los dientes.
Pues como reza el título de este
comentario, me he quedado con la miel en los labios así que “no me queda otra”
que volver un día a probar uno de esos peces que he visto en el mostrador de la
cocina vista.
Como yo sigo teniendo hambre me pido media
ración de quesos variados que mi compi es, como siempre, incapaz de catar. Ella
se lo pierde.
Disfruto mucho con el Idiazabal y con el
último de la fila, el azul. Ambos muy ricos.
Un cafecito y la correspondiente infusión
dan por terminada la cena. Abonamos los 109 euros de la cuenta que si
descontamos el Mumm, nos da una correcta relación calidad-precio. Lo dicho, un
sitio donde poder degustar mariscos y peces bien preparados a precios
competitivos, sin lujos.
En la calle tengo una pequeña charla con el
propietario del negocio con quien curiosamente comparto unos cuantos conocidos.
Nos hemos juntado 3 Ayaleses. Nunca me cansaré de la imagen de la foto, Ayala, incluso para un tío con corazón de Bilbao, tiene sus encantos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario