Como corre el tiempo. Me parece imposible que haya pasado tanto desde mi
última visita a este icónico restaurante que tan cerca tengo de casa.
Curiosamente mi compi de hoy, Aran, no lo conocía. Pero aun siendo un poco
complicada en asuntos del comer, sé perfectamente que aquí va a disfrutar,
tiene opciones y muchas.
Precioso caserío y bien equipado. Excelentes mesas bien vestidas, amplias.
Un servicio ejemplar, muchísima profesionalidad y simpatía y un saber estar que
se acomoda al momento y al estilo del comensal.
Buenos panes para elegir y yo, poco innovador en estos asuntos, me tiro de
cabeza a mi preferido, el de maíz. Mira que me gusta…
Para beber y estando en las fechas que estamos y qué narices, que nos
encanta, nos decidimos por un estupendo cava. Un Juvé & Camps Gran Reserva.
Con una crianza de 42 meses en rima. Variedades Chardonnay, Xarel-lo, Macabeo y
Parellada. Es un cava que no producen todos los años, sólo lo hacen en añadas
excepcionales. Mucha fruta presente pero una acidez controlada que lo hace muy
atractivo. Burbuja fina y perfectamente integrada. Resulta casi cremoso, de
trago largo y persistente y una permanencia reseñable en boca. Un cava que marida
a la perfección con cualquier plato que te pongan por delante.
Nos obsequian con un aperitivo en forma de una especie de galletitas con
sabor a queso y un estupendo vermut que hacen ellos mismos. A mí el de siempre
no me hace gracia pero estos nuevos que parecen en parte un moscatel, me
encantan.
De nuevo otro “regalo” en forma de vieira con mezcla de sabores que está
también a la altura esperada.
Continuamos con una de las mejores sopas de pescado que he probado jamás.
Con materia prima abundante y de calidad excelente y con un caldo de esos
gorditos que tiene un sabor exquisito. De las que te dejan el cuerpo preparado
para lo que sea menester.
Arantza es un tanto “cuadriculada” para el asunto de los peces y en cuanto
ha escuchado lo de rape pues para que va a pensar más. Pues ha acertado de pleno. Disfruta como lo
que es, una “txikilla”. Me ha permitido darle un bocado y la verdad es que está
impresionante.
A mí las dudas se me han disipado al escuchar una de mis “palabras mágicas”
: Caracoles. Muy típico de estas tierras degustarlos también en estas fechas a pesar de
que no sea su mejor momento pero sabiendo guardar……..
Una generosa ración con una salsa de quitar el
hipo que me hacen pasar uno de esos momentos que difícilmente puede conseguir
un plato de los modernos. Creo que pierdo las formas incluso, me olvido del
mundo y disfruto, simple y llanamente, disfruto.
Llegamos a los postres y de nuevo mi compi, para “variar”, se va de cabeza
a su postre preferido, la torrija. Pues de envidiar el rato que pasa ella
ahora. Está inmejorable.
Y yo tengo la ocasión de comer algo que hacía ni sé los años que no
probaba. Una compota, pero de las que me hacía mi amatxu, de las que cuando
llegaba a altas horas de la noche o casi mejor dicho a primeras horas de la
mañana, me encontraba fresquita en la nevera y pasaba momentos a recordar. Muy
rica, más bien riquísima. Qué recuerdos……
Un cafecito, una infusión y unos detalles golosos. Abonamos la cuenta que ha sido de 138 euros. Teniendo en cuenta que el cava
supone algo más de 40 me parece un precio ajustadísimo. Un restaurante que no falla nunca y al que merece la pena volver.
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