Difícil papeleta cuando alguien me pregunta por mi restaurante favorito.
Afortunadamente tengo ya unos cuantos; lugares de esos en los que sabes que vas
a cenar bien mucho antes de sentarte en sus mesas. Zarate es, sin lugar a dudas, uno de ellos y uno de los que está en posiciones de privilegio.
Nos acomodamos en una de sus estupendas mesas y enseguida somos atendidos.
Nos acercan la carta de viandas y la de vinos. Mientras Aran va echando un ojo
a las cosas del comer yo me dedico a estudiar las del beber. Siempre digo que
lo tengo muy fácil, el hecho de pasar por alto todos los tintos hace que mi
recorrido tenga que ser mucho más corto.
La duda entre elegir un blanco o unas burbujas se me disipa enseguida, he
visto uno que quiero probar y hoy no se me escapa.
Concretamente un albariño, un Maior de Mendoza 3 crianzas. En este caso
cosecha 2012. Un vino que pasa 9 meses sobre sus lías y posteriormente casi un
año entre depósitos de acero inoxidable y la botella antes de salir al mercado.
Sale bastante fresco con lo que merece la pena esperar un poco a que la
temperatura suba un poco. A medida que vamos cenando va ganando enteros.
Intensa nariz, una acidez estupenda y un largo postgusto que invita a
disfrutarlo en boca pausadamente. Me ha gustado mucho.
Como aperitivo nos ofrecen una brandada de bacalao con hongos. Dicen que la
brandada de bacalao nació por estas tierras tras echar trozos de este pescado a
un ali-oli. No sé de donde vendrá pero en esta ocasión incluso a mi compi, poco
amiga de “cosas distintas”, como dice ella, le encanta. Está finísima, suave,
sabrosa……
Nos traen el pan. Aquí otro punto a sumar es claramente este rico alimento.
Además tienen mi pan favorito, el de maíz. Yo no lo dudo, Aran prefiere el
casero “normal”, que de normal no tiene nada. Ambos de diez.
Fuera de carta nos han ofrecido un par de cosas que a ambos nos encantan y
que además nos parecen lo suficientemente ligeras como para no terminar con la
sensación de “lleno” que tan poco nos gusta últimamente.
Primero unas estupendas gambas blancas a la plancha. Poco misterio pero
mucho y buen resultado. Producto de lujo. Con el toque exacto para estar
“hechas” sin estarlo. Creo que nos entendemos. Una sal en escamas que está para
chuparse los dedos. Hemos pedido media ración pero creo que nos hubiésemos
comido muy tranquilamente la entera.
Continuamos con unas almejas en salsa verde. De tamaño notable. Nuevamente
calidad a raudales. Nuevamente trato del producto sin “hacerle daño”, sin
convertirlo en lo que no es. Soy incluso “formal” y en vez de pan uso la
cuchara para terminar de disfrutar de la magnífica salsa. Muy jugosas y
sabrosas.
Arantza se decanta por un rape asado con patata panadera. En este
restaurante saben tratar a los peces de manera sublime. El producto hace mucho,
eso lo sabemos, pero la manera de tratarlo puede convertirlo en desastre o,
como en esta ocasión, en un verdadero placer de dioses. Dicen que a todo se
acostumbra uno pero no termino de sorprenderme cada vez que como un pescado a
estos niveles. Maravilloso, sin más. Las patatas, ese alimento tan poco
valorado muchas veces, están a su nivel.
Yo tenía muchas ganas de probar un plato y hoy me he quitado la espina.
Callos de mar a la bizkaina. ¿Callos de mar? Pues decir que al bacalao, de ahí
el titulo de mi comentario, le sucede un poco como al cerdo. Podemos
aprovecharlo todo. Por supuesto que su carne, que decir de sus kokotxas….. su
lengua, las huevas….. pero además el pez tiene una vejiga natatoria que le
sirve para controlar su movimiento dentro del agua y hace que pueda quedarse
quieto, subir o bajar dependiendo de su uso.
Esa especie de “tripa”, una
vez salada y seca se convierte en un bocado gelatinoso de una exquisitez
notable. Su textura nos recuerda mucho a los callos, de ahí su nombre en
gastronomía.
Acompañado en esta ocasión por unos magníficos trozos del mismo pescado y
bañados en una salsa que en esta ocasión sí que “manejo” con mi herramienta
favorita, el pan.
Pues me alegro infinito de hacerme animado a probarlos. Realmente un plato
curioso que ha satisfecho mi paladar y que me ha hecho disfrutar un buen rato.
Me sorprende mi compi con la elección del postre. Ella que es de toriija,
torrija o…. torrija y viendo que la tienen en carta, se “lanza” a la piscina
con una tarta tatín de plátano con sorbete de naranja. Un postre que sabe a
plátano. Muy suave, goloso pero lo justo. Nada de empacharse. Además ese “sorbete”
de puro sabor a naranja le hace una compañía de nivel.
Con la menta y el cortao nos deleitan con sus detalles golosos. A cada cual
más rico y apetecible. Yo además, disfruto de una invitación a un txupito de
Itsasmendi vendimia tardía. Justo para mojar los labios que no hay que jugarse
el tipo. Me gusta este vino dulce.
Saludo de Sergio que abandona el local una vez cumplido el deber. Me alegro
de que las cosas vayan bien. Desde luego “la culpa” es suya. Lo hace muy bien.
Pagamos 131 euros por todo ello. Ya sé que “aburro” pero….. estupenda
relación entre el precio y lo degustado. Sin quejas, más bien con alabanzas.
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