No es
fácil conseguir mesa en este afamado local
y más aún si se trata de un viernes. Tras varios intentos fallidos, por
fin lo conseguimos. Tampoco
es sencillo dar con él pero hoy hemos ido con chófer profesional y tenía la lección aprendida.
Nada
más entrar hay dos cosas que me dicen que aquí mal no lo vamos a pasar. Por un
lado la simpatía y saber estar del personal que nos recibe y por el otro la
vitrina donde veo muchas, pero que muchas cosas embotelladas que nos van a
hacer disfrutar.
Nos
acomodan en un pequeño comedor, hay sitio para más pero creo que aquí gestionan
las cosas de esta manera, nosotros cuatro, sin estorbos. En otras estancias se reparten otros
comensales. El alma mater del local es un hombre
sencillo, dice que aquello es una tasca y hemos podido comprobar que se trata
de la misma manera al cliente sin importar su teórico nivel adquisitivo. Jesús es un tío genial, de Begoña, por cierto.
En el
precioso jardín la decoración es de nivel. Destacando un curioso árbol al que
denominaremos “limoranjo”, en sus ramas encontramos a la vez naranjas y limones.
Aquí los combinados llevan fruta fresca, sin engaños.
Otra de
las curiosidades del Maipu es que cuando llamas un par de días antes para
confirmar reserva, negocias con el propietario lo que vas a comer. Así que
venimos con los deberes medio hechos.
Por lo
pronto el pan es, como dice Addu, de los “peligrosos”, de los de comerlo a
pelo, sin necesidad de nada más. Unas ricas croquetas nos abren el camino junto
a unas apetitosas antxoas mientras probamos un txakoli que nos es casi conocido.
Un Itsasmendi 7 pero especial, el parcelario. Del viñedo de hondarribi zuri
zerratie de Leioa, cosecha 2017. Como bien reza la etiqueta evolución favorable
durante varios años en botella. Tenemos constancia de lo bien que le sienta a
estos vinos el reposo, hemos probado “viejunos” impresionantes. Volveremos a beberlo dentro de un tiempo.
Degustamos
a continuación una menestra de calidad superior. Bien tratada la materia prima.
Mira que no soy yo el mejor amigo de la verdura pero esta es una de esas
ocasiones donde me doy cuenta de lo maravillosas que pueden resultar así
cocinadas. Riquísimas. Para que diga Pepe que no las pruebo.
Hablando
con quien controla el asunto de los vinos, la sorpresa es morrokotuda. Quien me
iba a decir que hoy me iba a encontrar con un viejo conocido. Ni más ni menos
que ese Eulogio Pomares desiguales, con sus 60 meses de crianza. Aquel que
Angel e Iratxe, del restaurante NidoBilbao tuvieron el detallazo de traerme
desde Galiza. En teoría la última botella había caído pero
evidentemente no era así. Eso sí, que sepáis que la nuestra sí ha sido la
última, al menos de este restaurante. Un vino que me sorprendió la primera vez
y que sigue hacíéndolo. En mi modestísima opinión una genialidad difícilmente
repetible. De nuevo, elogiaremos a Eulogio.
Le
metemos mano ahora a uno de sus afamados arroces, un arroz “simple” que nos
trae recuerdos de la cocina de nuestras amatxus, jugoso, con sus almejas. Esto
no tiene misterio pero resultón resulta, sin duda alguna.
Queríamos
probar otro más y en esta ocasión la cosa cambia y mucho. Un arroz muchísimo
más potente. Sabor a raudales. Misma materia prima pero otro trato. Nos
quedamos con él los cuatro comensales.
Y como
plato principal degustamos un pez que nos trae estupendos recuerdos puesto que
fue en Zarate el mejor pescado que jamás hemos disfrutado, un rey. El “bitxo”
es de buen tamaño, rondando los dos kilos y su carne está suelta, tierna. Ni
siquiera Javi, el más comilón del grupo es capaz de terminarlo.
Lo
regamos con un vino que ya había probado y que pienso que a mis compis les va a
encantar. Champagne Mouzon Leroux & Fils Verzy L´Atavique un gran Cru mezcla
de chardonnay y pinot noir. El peso se lo lleva esta última. Rico champagne con una burbuja fina y con un toque
descarado de compota de fruta, difícil me suele resultar detectar aromas
concretos pero en esta ocasión me ha resultado sencillo.
Llega
la hora del postre, no tenemos hambre pero la oferta de helados es muy
tentadora. Son helados muy conocidos por mi, de un italiano, un genio en este
campo. Aquí demostramos la diferencia de gustos particulares. Cada uno a lo
suyo. Todos ricos, yo me quedo con ese helado de Idiazabal y el de chocolate,
otros van a buscar más acidez pero el resultado es estupendo en todos y cada
uno de los elegidos.
Cuatro
cafecitos correctos, Addu es técnico en esta materia y les comenta que se pueden
mejorar. Por cierto, eskerrik asko por las fotos.
Una
pena que el día no nos permita disfrutar de ese porche exterior al que
prometemos volver en algún mes más llevadero, tenemos pendiente esa merluza que
al parecer es su plato estrella.
Abonamos
la cuenta. Destacar los arregladísimos precios de los vinos, muy poco cargados,
incluso algunos me resultan baratos. El
asunto sólido no llega a 70 euros por persona. Realmente nos ha encantado el
sitio. Bonito local, servicio de diez, amabilidad por doquier, buen producto y
excelente propuesta vinícola. Un verdadero placer, eskerrik asko.