Esto de
tener “enchufes” está muy bien. Se permite uno vivir experiencias únicas que de
otro modo difícilmente pudiera disfrutar.
Hoy,
gracias a Alberto, he podido asistir a una cata memorable. En un sitio que me
ha puesto un tanto la piel de gallina por ciertos recuerdos, la parte alta del
museo de Bellas Artes de Bilbao donde viví algunos buenos momentos culinarios.
Itsasmendi
7 celebraba su décimo aniversario, aunque son bastantes más los años que llevan
en el asunto txakolinero. Han tenido la gentileza de invitar a un montón de
amantes de los vinos, de sumilleres, restauradores…… Y entre todos ellos estaba
este “aldeano” que cada día sabe menos pero que afortunadamente, cada día
disfruta más.
Me he
encontrado allí con unos cuantos conocidos, algunos ya casi amigos. Algún
cocinero de calidad, sumilleres de unos cuantos restaurantes visitados, gente
de sala…. Eso sí, me ha emocionado especialmente encontrarme con un verdadero
“señor” que me ha hecho pasar buenos momentos, D. Antonio y además algunos de
ellos debidos al vino que hoy catamos. Que te vaya bonito.
Por
allí andan Andoni e Iratxe del Remenetxe, Elo y Mikel de Meñaka….
Dirigiendo
la cata está Garikoitz, alma mater de la bodega y una verdadera enciclopedia.
Hoy he aprendido algunas cositas más de este trabajo, tan apasionante pero tan
duro a la vez, de hacer vinos, de hacer buenos vinos.
En mi
mesa me acompaña Javier, un apasionado de este mundo y al que también tengo que
agradecer alguna invitación muy especial. Poco amigo de aparecer en los medios
pero un profesional como la copa de un pino.
Hemos
tenido el privilegio de catar ni más ni menos que 10 añadas de ese 7 del que el
otro día dejé bien claro que de notable nada, un sobresaliente por todo lo alto.
Desde
2008 hasta el 2017. Catados según criterio de los organizadores y donde hemos
podido comprobar las grandes diferencias de unas a otras añadas. Ver así mismo
como el clima anual puede influir en un vino. Marcar sus grados de acidez, su
potencia, sus aromas…….
Curiosamente
diría que todos ellos están en rodadura, que prácticamente todos ellos tienen
futuro pero desgraciadamente se lo estamos robando. Nos bebemos todo lo habido
y por haber y no guardamos para apreciar esa evolución en botella que a mi,
personalmente, me parece que tanto beneficia a un buen vino.
El otro
día tuve la suerte de probar un 2005 por generosidad de Unai el del Porrue y me
dejó anonadado, estaba tremendo.
De la
cata de hoy me quedo, sin lugar a dudas con el 2009, ha sido el que más me ha
gustado. Me quedo con la copla y además espero que con alguna botella de ese
2011 cuya potencia y acidez me han sorprendido enormemente.
Del
2008 nos vamos olvidando, hoy hemos bebido sus últimas existencias. Quizás
tenga suerte y alguno tenga por ahí una botellita guardada, esperemos que sí.
Al 2013
también le veo un futuro prometedor al igual que el 2015, pero de este tengo
alguna botella así que no hay miedo.
Lo
dicho, en general satisfacción plena. Un vino que promete. Un vino al que
cuidan cada día más. Quieren calidad y no cantidad, eso es bueno para nosotros.
Eskerrik
asko a Itsasmendi por la generosidad demostrada, suerte con los proyectos
futuros.
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