Aprovecho
una entrada de hace ya unos años para volver a comentar sobre uno de los
restaurantes que más me gustan sin lugar a dudas. Como bien dije entonces, hay
restaurantes muy bonitos, los hay con un entorno excepcional, algunos donde se
come de cine. Otros tienen unas bodegas envidiables. Pero de los que no tienes ninguna duda de que
volverías todos los días a comer por juntarse unas cuantas cosas favorables, de
ésos ya no hay tantos. Trueba es uno de ellos.
Nos
recibe Marian como siempre, con una sonrisa y un beso, de esos recibimientos
que invitan a salir y volver a entrar. Su ya habitual ayudante de sala no le va
tampoco muy lejos, encantadora también.
Local a
tope, de lo cual me alegro. Y también como siempre dejo que sea ella la que nos
recomiende lo que mejor se les ha dado esta noche, lo que más nos va a alegrar
la cena. Tenemos cocinero “nuevo” y digo nuevo entre comillas pues ya lleva
tiempo allí pero ahora es él quien dirige la cocina, Héctor Grijalba. Hoy ha
demostrado su buen hacer.
Para
beber y con el vicio que está cogiendo mi compi, nos tiramos de cabeza a un
buen champagne que esto siempre va a casar estupendamente con cualquier plato
que nos pongan delante. Un Gardet brut
reserva. Chardonnay, pinot noir y pinot menier. Con un cuarto de vinos de
reserva añadidos tras su crianza. Un agradable vino que destaca por una nariz
afrutada, una acidez notable y una burbuja bien integrada. Vamos, un champagne
que por su precio bien merece la pena.
De
aperitivo nos ofrecen unas “cortezas de lujo”. Para comer un camión de ellas.
Un pan
de buenos panes y comenzamos con un par de txipis a la plancha con su jugo y un
ali-oli estupendo. Producto de primera. Elaboración superior. Cojonudos y
punto.
Continuamos
con unas almejas a la marinera que nos han hecho pedir un par de cucharas para
degustar ese caldo que bien pudiera denominarse sopa de pescado. Que rato más
bueno hemos pasado.
Arantza
se decanta por uno de sus platos míticos, una merluza con begihaundi . En
cuanto ve el plato se da cuenta de que no va a poder con ello pero al día
siguiente ya me encargaré yo de ello. Plato memorable, no dudéis en pedirlo si
pasáis por allí.
Marian
me conoce un tanto y me ha ofrecido algo a lo que difícilmente puedo
resistirme. Unos callos a la bizkaina. Me dice que están un poco picantes y yo,
un poco “medio-bilbaino” que soy, le digo que añada otro poco de “alegría”. Un
plato de tamaño considerable y efectivamente han sido “obedientes”….. pican, no
tanto como para llorar pero sí para sudar. Están de muerte y el momento que
paso es de esos de recordar siempre.
Lo del
asunto de los postres me tiene alucinado.
La que no tiene espacio para media aceituna es ahora capaz de pedirme
que algo tenemos que compartir….. pues nada.
Por recomendación de las chicas, pedimos una tarta de queso. Aran
encantada, está a su gusto. Yo les comento que las prefiero un poco más “potentes”
en cuanto a ese toque de queso azul, por ejemplo. Me comentan que empezaron con
algo así pero que el público en general las prefiere más “tranquilas”. De todos modos está riquísima y con una
textura muy fluida.
Infusión
y cafecito. 45 por persona sin contar el vino. Como siempre un precio
ajustadísimo teniendo en cuenta la tremenda calidad de su producto. Un placer,
sabemos y saben que volveremos.
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