Es curioso lo larga que puede resultar
una noche de insomnio y luego ver a la velocidad con que la vida pasa. Más de
cuatro años ya de que conocí el primer local que gestionaban Monika y Alberto,
el Gu-Geu en Amorebieta. Una experiencia que hizo que en cuanto supe que abrían
una nueva propuesta en Bilbao, no dudase un minuto en visitarles. Con trabajo e
ilusión nació el Gu2, al que he hecho ya algunas visitas siempre con resultado
satisfactorio.
Como son personas inquietas, han vuelto a
enfrascarse en una nueva aventura, en esta ocasión se trata de un local de los
que ahora se están poniendo de moda en la capital. Propuesta, como su nombre
indica, más “informal” que el Gu2. Barra donde degustar sus maravillosas
propuestas de pintxos y después un comedor muy agradable donde poder degustar
más tranquilamente una carta con buenas opciones tanto de picoteo como de
platos más “serios”.
Pues a punto hemos estado de quedarnos
sin mesa pero tras pasar primero a saludar a Monika en el Gu2, ella nos echa un
cable telefónico y pillamos la última mesa libre.
Nos aposentan en una de sus mesas y la
amable camarera que resulta ser sobrina de los “jefes”, nos acerca las cartas.
Le comento si hay algún vino fuera de carta, Alberto me ha comentado que poco a
poco irán ampliándola un poco. Pero tenemos suerte, aunque pensaba que iba a
caer algún cava, al escuchar lo de ribeiro pues me animo. En concreto el
Colección 68, uvas treixadura, albariño y godello. Cosecha 2016. En un
principio resulta un tanto “manso” en nariz y facilón de beber. Más al gusto de
Aran pero a medida que coge aire y gana un poco de temperatura, sale una
agradable acidez. Mucha fruta en nariz. Pues nos ha gustado el vino que,
repitiéndome mucho, ganará, se supone, con algún mes más en botella.
Cesta de panes variados y como aperitivo
una crema de verduras con txistorra. Pues está de rechupete. Me recuerda
incluso a las patatas a la riojana que hace la madre de quien me acompaña…. Que
recuerdos…..
Se pueden pedir medias raciones luego así
lo hacemos para poder probar alguna propuesta más.
Así que media de ensaladilla con
lagostinos. Finísima, suave a más no poder pero con sabor. Patata muy bien
lograda. Me ha encantado la propuesta.
Yo, como sé que no voy a tener ayuda, me
pido media de tartar de atún. Pues lo mismo. Riquísimo, con muchísimo sabor
pero un plato que pueden comer incluso los que tienen esos problemas con lo que
ellos dicen que está “sin hacer”.
Continuamos con media de croquetas de
jamón. Están casi líquidas. Finísimas y suaves (necesito ampliar mi
vocabulario). Si sois de croquetas pediros la ración entera, os lo recomiendo.
Media más de rabas de calamar. De estás
sí que me como yo todas las del mar. Me apasionan. Esa textura un tanto “tiesa”
que hace que el mastique sea más lento. Riquísimas, sin dudarlo.
Obsequio de Alberto de una ración de
coquinas. Para comer mil. Me ha hecho “necesitar” el pan para dejar la cazuela
casi más limpia de lo que estaba.
Terminamos con un pulpo a la brasa con
patata. Estupendo el pulpo y “distinta” la patata. Un toque diferente que no sé
explicar bien pero apetecible a más no poder. Dice Aran que hemos comido algo
parecido en algún sitio. Buena ración de la que no queda ningún resto.
Como hoy mi compi no anda muy sobrada de
sed, me pido media de queso Idiazabal para terminar la copa que me queda.
Salimos a esa terraza abierta donde nos
tomamos el cafecito y la infusión. Allí aparece Alberto con unos espárragos
blancos tamaño XL que ya me gustaría pillar.
Pues nos ha encantado el local, nos ha
gustado el trato amable de los jóvenes camareros. Conocía ya la cocina de este
chef por lo que la sorpresa estaba “sabida”. Me alegro, se lo merecen.
Abonamos los 87 euros de la cuenta y nos
despedimos hasta la próxima. Pues nada, que se me va complicando eso de visitar
mis favoritos todos los años.
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