Hace ya un tiempo, gente que escribía en
Verema, se echó a la aventura. Decidieron formar una peña con un único
objetivo, disfrutar de la gastronomía por todos los rincones del estado.
En un primer momento la emoción me hizo
pensar que podía formar parte de esa peña pero la realidad me apareció de golpe
y me di cuenta de que aquello era un “imposible” para mi.
Mi “zona de confort” hace que sus
“aventuras” me queden un poco largas. Es curioso el grupo. Gente de muchas
procedencias diferentes, edades variopintas y con sensibilidades no siempre
parejas pero con una afición en común que les hace disfrutar como chiquillos de
la buena mesa.
Tengo la infinita suerte de que consideran mi presencia como algo….. Tendría aquí que plantearme que poner en esos
puntos suspensivos. Quizás yo esté todo ilusionado y me invitan por aquello de:
“Siente un pobre en su mesa” J
La cuestión es que en esta ocasión la
quedada era en Cantabria y que me dieron la oportunidad de compartir mesa con
ellos. Además el lugar era uno de mi agrado. Bodega La Cigaleña, “donde Andrés”
para que me entendáis.
Un par de vinos antes y aprovecho para ir saludando de uno en uno a todos ellos. Casi todos conocidos de una u otra ocasión.
A la hora convenida nos acercamos al restaurante
y lo primero es elegir bien el sitio donde uno se sienta. No podía haberlo
hecho mejor. Bueno, quizá la parte “delantera” podía haberse mejorado un tanto :-)
Tengo que reseñar hoy que mi compi de
fatigas, Oscar, se ha portado conmigo de una manera increíble. Ha sido casi
como una madre para mi. Con lo que le gusta meterse conmigo…. Quizás el hecho
de que hoy tengo a mis “tocapelotas” preferidos con ganas de darme caña ha
hecho que él se ponga un poco de mi lado. J
Hoy el comentario gastronómico pasa un poco a segundo plano. Los vinos y la vivencia están por encima de ello así que no entraré mucho a comentar el asunto.
Comenzaré por decir que el pan está
impresionante. De esos que se dejan comer ellos solos cual si de un plato en sí
se tratara. Puro vicio. Y decir también que los camareros son profesionales y
amables a más no poder.
Dar de comer a un grupo tan numeroso no
es fácil y menos si son tan exigentes con el tema vinícola. Además el hecho de
que el menú sea a precio cerrado hace más difícil aún esa cuestión. De todos
modos por la puerta grande hemos salido, increíble, sin más.
Dejaremos que cada cual se quede con su
acepción de cada palabra: bocartes, anchoas, antxoas….. Si están ricas tampoco
tiene mucho misterio.
De modos diferentes las hemos probado
hoy, yo me quedo con las albardadas, las frescas, las que no hay espina que
moleste.
A mi lado tengo a tres mujeres guapas y
una de ellas, con mucha “salsa”, es cordobesa o “similar”, así que disfruta
mucho con las manzanillas que son mi “espina clavada”. No puedo con ellas. El
olor me encanta pero en boca “me matan”. Desde luego que como maridaje de lo
que estamos comiendo es perfecto.
Yo empiezo a disfrutar y curiosamente
haciendo… “botellón” y nunca mejor dicho. Una botella de 3 litros de Abel
Mendoza 2014, Maravillosa acidez de un vino que invita a
beber y a beber despacio Como siempre Andrés dando las explicaciones
pertinentes. Diciendo que cada cosecha tiene sus características y lo que puede
cambiar un vino de un año a otro dependiendo de las condiciones climatológicas.
Incluso el Sr. Presidente de Los Restauranteros ha sido pillado infraganti haciendo botellón. Eso sí, ¿Dónde está el corcho? El que tiene la botella es "falso", el verdadero está, además de escondido en la foto, en mi casita, a buen recaudo. :-)
Seguimos comiendo, como no, pescado y
carne. Ambos de buen nivel pero repito que hoy no estoy a ello. Comer para
quitar el hambre y conversar, eso es lo que hoy está premiando.
La sorpresa me llega con el tinto. En
cuanto lo veo lo reconozco. Del restaurante Laua en Langarika, de una quedada
con mis compis restauranteros. Un Crozes Hermitage en esta ocasión 2013, en
aquella 2012. Copio literalmente lo que escribí en su día puesto que hoy he
cometido el mismo “pecado mortal”.
“Un servidor y a sabiendas del riesgo que
corro de ser “agredido”, pido una botellita de refresco con burbujas para
prepararme una de mis bebidas favoritas. Pues señores y señoras y además con el
beneplácito incluso de los menos “comprensivos”, descubro uno de los mejores kalimotxos
que he probado jamás. Está impresionantemente rico. Será “pecado” como dicen algunos pero
otros “pecados” más graves se cometen y no se rasgan tantas vestiduras."
Ya dice Andrés que este tinto es un tinto que gusta hasta a los que no nos gustan los tintos. Mucha fruta.
Ya dice Andrés que este tinto es un tinto que gusta hasta a los que no nos gustan los tintos. Mucha fruta.
D. Andrés me sigue
mimando y mientras ellos disfrutan de otros vinos, yo tengo el placer de tener
a mi disposición una botella tamaño reducido de un blanco que está la mar de
rico. Un Auxey-Duresses, un chardonnay de Benjamin Leroux cosecha 2011.
Este hombre es verdaderamente una caja de sorpresas.
Pasamos a degustar una tabla de quesos variados. El que nos conquista a todos en un queso francés, un Comte. Está tan rico que en nuestra esquina pedimos media ración extra. No sé si lo conocía o no pero no tenía yo recuerdo y no creo que estas cosas se olviden fácilmente. Cojonudo.
Pasamos a degustar una tabla de quesos variados. El que nos conquista a todos en un queso francés, un Comte. Está tan rico que en nuestra esquina pedimos media ración extra. No sé si lo conocía o no pero no tenía yo recuerdo y no creo que estas cosas se olviden fácilmente. Cojonudo.
Y llega el postre
en sí. Un tiramisú con helado de chocolate. Muy agradable fin de cena. Como no
podía ser de otro modo, allí que aparece Andrés con un vino de los que quitar
hipos. Un vino de 1975, Un Tokaji Oremus 5 puttonyus. Esto ya es un lujo
difícil de conseguir. Me pongo las botas. Esto está riquísimo. Un equilibrio
impresionante entre el dulzor y la acidez. Entiendo los gustos diferentes pero
me parece imposible que a alguien no le guste algo así. Mil gracias D. Andrés.
Unos ricos cafecitos y
después de una velada bien larga de esas que se hacen demasiado cortas, nos despedimos de La Cigaleña. Para muchos
era su primera vez, para mi ya creo que la tercera o cuarta pero tratándome así
nunca vas a perderme de vista.
Nos vamos despidiendo
de algunos que después de sus largos desplazamientos y en previsión de lo que
les viene mañana tienen que retirarse a descansar. Unos pocos nos quedamos un
rato más. Unos ricos GT, en mi caso más bien sólo T que tengo hora y media de
coche hasta casa.
Gracias Peña, un
placer compartir de nuevo mesa con vosotros.
Me encanta ser de “vuestro gusto”. J
Gracias Andrés, un verdadero placer.
Nunca entenderé como
este hombre es capaz de darnos de comer y de beber así por el dinero que lo
hace. Hoy hemos pagado 50 euros por barba. Los vinos ya cuestan más que esto.
Creo que le entiendo bastante bien, es mucho más placentero dar que recibir.
Algún día quizás lo entendáis y el mundo dará un giro importante.
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