Noche un tanto
“especial”. No soy yo precisamente demasiado de "reyes". Soy más del carbonero.
Será por afinidad social.
Día complicado para
bajar a la capital pero sabiendo a que hora y por donde hacerlo, al final
obtienes esa esperada recompensa de encontrar esos cuatro metros y medio
aproximados donde ubicar el coche. Milagrosamente muy cerca de nuestro destino.
Ya ha pasado la
cabalgata y los padres y sus niños, ilusionados estos últimos, van retirándose
hacia sus casas. Nosotros, para hacer tiempo, tomamos primero un cafecito y una
copita de cava.
Quería yo hoy un sitio
un tanto especial y aunque ya he pasado unas cuantas veces por aquí, el hecho
de su reciente y muy merecida y a mi parecer tardía estrella michelín y además el haber tenido la
infinita suerte de haber probado dos de sus nuevos platos, me afirman en pensar que es el restaurante que quiero que conozca Marijo.
Siempre he dicho que es
uno de los restaurantes más elegantes que conozco. Sensación de tremenda
amplitud. Mesas grandes, estupendamente vestidas. Vajilla de calidad,
cubertería, copas de excelente tamaño. Además estos días la flor de Pascua luce en cada mesa.
El servicio es
magnífico, profesional , amable y simpático y la jovencísima sumiller, con la
que ya había tenido el placer de cambiar opiniones, una enamorada de los vinos,
incluso del tinto de año, frío, eso sí. J
Nos acercan las cartas
aunque yo vengo con la idea de cenar el menú degustación. Primero hago
que mi compi eche un vistazo por si algo no es de su agrado. Es muy agradecida
y una estupenda comedora así que no encuentra pega alguna y a por ello que nos
vamos.
Para beber nos decidimos
por un blanco que sé que me va a gustar. Un blanco de Rioja, concretamente un
Allende 2009. Un vino de las varietales Viura y Malvasía y envejecido durante
14 meses en barricas de roble francés.
He leído por ahí que se
recomienda su consumo entre 2012 y 2015. Pues creo que le he pillado en su
momento óptimo. Está simple y llanamente espectacular. No soy ni mucho menos un
experto pero uno, además de su corazoncito, tiene su propio paladar y me ha
encantado.
A día de hoy este es, sin duda alguna, el tipo de vino que más me
gusta. Acidez ideal, es denso, casi diría que cremoso. No hemos usado la
cubitera, estaba bien fresco y ha ido ganando a lo largo de la cena.
La última
copa, tomada después del café me ha hecho olvidarme de esos vinos dulces de
postre que tanto me gusta. Cojonudo.
Nos acercan los panes
para elegir. Tres tipos, a cada cual más rico. Marijo se decanta por uno
rústico y yo, no tengo remedio, me tiro de cabeza a mi pan de maíz. Es un
vicio. Repito, repetiré siempre, que me parece un bizcocho.
Como aperitivo nos
ofrecen unos mejillones muy naturales sobre una salsa. Hay hambre y casi no nos
da tiempo ni a verlos. Pero están riquísimos.
Comienza la cena en sí
con una Sardina ahumada en casa sobre tomate texturizado y mousse de ajo blanco.
Producto de excelente calidad. Esto es lo que es. El ajo está ahí pero se nota
más su picor que su sabor. Suave, muy bien conseguido y que hace del conjunto
un verdadero logro.
Llega ahora el que al
parecer de mi compi ha sido “su plato estrella”, el Ravioli de cigala con sopa
de hinojo y praline de avellanas. Hay que reconocer que está “divino de la
muerte”. Menudo sabor….. marcado el sabor del marisco que destaca sobre el
resto de ingredientes. Uno sabe lo que está comiendo porque lo pone en el papel
que te dejan enunciando los platos pero uno, lo siento, sería incapaz de
descubrir los sabores. A mi lo que realmente me importa es que lo consiguen.
Consiguen que uno disfrute y que incluso cierre los ojos para apreciar mucho
mejor esa perfecta conjunción saporífera.
Aparece ahora uno de los
platos que tuve en honor de probar en Aretxondo durante la experiencia
gastronómica a la que fui invitado por Gure Sukalkintza y que ha sido, ahora ya
a mi parecer, el plato de la noche. La Lasagna de morros de ternera y sepia con
jugo de txipirones y aire de pimentón.
Como sabor más
destacable el del morro, sin duda alguna pero aquí “cada músico” hace su papel
haciendo que la melodía final, suene de maravilla.
Un plato que al parecer
está encantado a todo el mundo e incluso gente que tiene más bien problemas a
la hora de comer morros, salga por la puerta diciendo que su concepto ha
cambiado.
El primer pescado, el Taco
de bacalao ahumado al momento con aromas de otoño, creo que “paga” el castigo
de venir después de lo que viene, en mi modesta opinión, cambiaría yo el orden
de los productos que quizás sí alterase el resultado. Está riquísimo pero como
son sabores muchos menos marcados, el plato anterior le hace demasiada sombra. Repito, como no, que es mi modesta opinión.
Solucionado
inmediatamente con otro de los platos estrella, el Salmonete a baja temperatura
sobre manitas-begi y sopa de berberechos y tomates asados.
Una buena pieza, al
punto idóneo. Ni más ni menos. Estupendo, sabroso, jugoso. Veo disfrutar tanto
a Marijo con él que me permito pasarle un pequeño trozo para que siga
disfrutando aún más. Muy rico.
Pasamos a la carne, Cochinillo
deshuesado con puré de zanahoria y naranja y salsa de soja. Creo que yo ya
había probado todos los platos pero este me sigue sorprendiendo. Una carne que
hace unos años yo hubiese sido incapaz de comer. Pero aún recuerdo el primer
sitio donde lo cené de esta guisa, en el Zaldiaran en Gasteiz y me sorprendió y
aún hoy sigue haciéndolo. Está impresionante. Jugoso a más no poder y con este
toque tostado de la piel que hacen un conjunto maravilloso. No quitéis jamás
este plato de la carta, por favor. Es uno de los mejores que he probado jamás.
Nos llega ahora el
primero de los postres, curiosamente, mi compañera no es excesivamente de
dulces y además la cena no ha sido precisamente excasa pero a lo tonto, da
buena cuenta del plato. Un Souflé de pistatxos y chocolate blanco. Dulce, muy
dulce. Me gusta. Casi pienso en mi leche condensada….. el helado que acompaña
es más amargo y la mezcla gana puntos. Un buen postre que yo hubiese preferido
dejar para el final.
Y para terminar otro de
los platos nuevos del menú, otro de los degustados en Aretxondo, el Helado de
café sobre milhojas de manzana verde y crema de gatzatua. Este postre es más
ligero, mucho más fresco, por eso digo lo que de que hubiese comido este antes
para romper con lo salado y quedarme con el dulzor del Souflé pero de nuevo
demuestran mucho arte en cocina. Un plato con muchos ingredientes que consiguen
llevar al conjunto a lo más elevado.
Salgo a tomar un poco el
fresco y echar un poquito de humo. El vicio es el vicio y al llegar me
encuentro con los detalles “fin de fiesta”. Las ya más que típicas tejas de
este restaurante que están simplemente riquísimas y unos trozos de turrón muy
adecuados para las fechas. No tiene uno precisamente hambre a estas alturas, el
menú es consistente, mucho más que suficiente tanto para probar su cocina como
para salir satisfecho.
Un par de riquísimos
cafés y ese último trago a esa botella de blanco me hacen salir por la puerta
con el convencimiento de que volveré y con el convencimiento de que los 173
euros abonados han merecido la pena.
Esa estrella ha tardado,
en mi opinión mucho, pero está ahí y esperemos que para mucho tiempo y si viene
otra…. pues mejor que mejor. Zorionak
de nuevo a todo el equipo por ese logro. Su página web: www.restaurante-aizian.com
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