Aunque
no soy amigo de celebrar eso de cumplir un año más, tengo ya demasiados para
que me entre la alegría, al final no queda otra. Curiosamente hay gente que se
acuerda de uno, imagino que los habrá también que se acuerden mal pero esos no
dan señales de vida.
Así
que han sido un par de fines de semana un tanto intensos en el asunto
gastronómico y tocaba hoy una cena especial. Me invita mi retoño, por eso que
la cena va directa al cuaderno de bitácora. Está bien romper las costumbres.
Era
un poco sorpresa, no sabía yo muy bien donde íbamos aunque su poca maldad, en
eso no ha salido a su aita, le hace darme un par de pistas que me llevan a
acertar la elección.
Hoy
además ha negociado con el restaurante y el regalo que me hacen él y su chica
es el vino que vamos a beber. Las burbujas se han quedado en agua de borrajas,
por mi culpa. Soy un poco demasiado exigente para algunas cosas y los “pobres”
han tenido que hacer una pequeña variación en su elección.
Han optado por un albariño un
tanto especial. Un Pazo Señorans selección de añada 2008.
Un vino muy alabado entre los entendidos. Uva albariño muy seleccionada en el
propio viñedo. Crianza sobre sus lías en depósitos de acero inoxidable durante
30 meses y después un año más en botella. Poca fruta percibimos tanto en nariz
como en boca. Una acidez más que reseñable, quizás diría que casi en demasía.
Un vino con muchísimo cuerpo, se nota mucho la crianza. Desde luego que
indiferente no te deja. Me ha gustado mucho aunque no me ha terminado de enamorar.
Nos
ofrecen como aperitivo unas estupendas croquetas de jamón que con el hambre que
hay y lo “velociraptores” que somos padre e hijo, hacen que nos alampemos la
lengua. Dice Oihane que no sabemos comer. Algo de razón no le falta.
También
nos sacan un aceite ahumado con un rico pan que nos hace untar a dos manos. Al
degustarlo me viene directamente a la mente un sabor que conozco a las mil
maravillas pero que, como me pasa con los vinos, no soy capaz de concretar.
Para eso está mi nuera que inmediatamente me lo dice: a salmón ahumado, a eso
te recuerda. Pues exacto.
A
mi me apetecía comer un poquito de jamón que sé que Gonzalo lo tiene y rico.
Con esa grasa que lo hace muchísimo más apetecible. Esto está para comer la
pata entera sin levantarse de la mesa.
También
compartimos una ensalada de ventresca. Acompañada de unas habitas, unas
antxoas, huevo de codorniz……. Y un ali-oli de los de disfrutar. Muy fresca y
consistente ensalada.
Aunque
el txikito quería quitarnos la idea, a burros no nos gana y al final pedimos un
foie. Acompañado de un par de mermeladas y de su mantequilla. Muy bien logrado,
sin defectos. Reconozco que las mermeladas casan muy bien con este alimento
pero a mi me gusta tanto que prefiero comerlo “a pelo”, en eso sí que se parece
mi hijo a mi.
Y
llegamos al plato principal, el cuarto de lechazo al horno. Aquí el horno es
HORNO. De los de verdad. Siempre se notará alguna diferencia, se supone. Bien
preparado, piel crujiente pero carne sabrosa, jugosa. Como no podía ser de otro
modo, acompañado de su ensalada de lechuga y cebolla a aliñar al gusto. Aunque
Oihane no es de demasiada vinagre, su aliño es de mi total gusto. A mi me gusta
potente y sin pasarse, esta lo está.
También nos deleitan con una ración de
patatas fritas de las de casa. Están de muerte con lo que la que está “a dieta”
no puede evitar la tentación y al final le pedimos a la mujer de Gonzalo que
por favor nos las quite de la vista. Pocas han quedado. Me encantan.
No
estamos con capacidad de postres y con un cafecito y una infusión nos damos más
que por satisfechos. Pues estupenda cena que hoy tiene connotaciones “emotivas”
que hacen disfrutarla aún más. Eskerrik asko pareja por el regalo. (Hoy la fotógrafa ha sido Oihane, eso de tener móviles de "ricos"....). El año que
viene más. Jejeje.
El
vino lo llevábamos “puesto” así que la cena han sido 102 euros que están bien
pagados. Hoy “mejor que nunca” J
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