27 de junio de 2019

RESTAURANTE ABIAGA (AMURRIO): Al "sable" del restaurante... "Abre la muralla"


Es curiosa la vida. Depende de las circunstancias pasa a un ritmo increíblemente veloz o bien a cámara lenta. Una noche sin dormir es larga, muy larga. Una velada agradable pasa a la velocidad de la luz. Pero la cuestión es que ya ha pasado otro año y me parece increíble.

En compañía de mi retoño y de mi ya prácticamente “retoña”, me acerco al Abiaga. A Oihane le quedó un recuerdo muy bueno en nuestra última visita y yo sé que vamos a disfrutar, así que allí que nos presentamos.
Local prácticamente completo, de lo cual me alegro. Además parece que les va bastante bien. Se lo merecen.
Amplia mesa redonda donde tenemos sitio más que de sobra. Dejo que los txikitos vayan decidiendo lo que vamos a comer mientras que nuestro amable anfitrión nos va sirviendo el vino. Un vino que me han regalado mis compis de mesa y que amablemente me han dejado abrir en el restaurante. En concreto un Albariño La Comtesse 2013, de Pazo Barrantes. Cien por cien albariño. 6 meses con sus lías y otro año descansando en tinos de roble francés. Es, desde luego, un vino de mi estilo, de mi gusto pero no ha llegado a enamorarme, quizás por las altísimas expectativas. Pero desde luego es uno de esos vinos que tan alto nivel están consiguiendo. Blancos riquísimos que te dejan disfrutar de la comida en su totalidad.

Los aperitivos de siempre. Y como siempre esa especie de pan de pizza me vuelve loco con su tremendo sabor.
Compartimos por capricho de Oihane un pan con tomate. Se nota la procedencia de la cocinera y desde luego que está para comer sin conocimiento. Jugoso y rico.

Pasamos a una ensalada de txangurro. Estupenda.

Media ración de canelones de txipis para cada uno. Plato mítico del local, lo bordan. Exquisito.

Mi hijo se decanta como plato principal por la carrillera al vino tinto. Está muy rica, un pelín más de cocción hubiese sido de diez.

Oihane y yo nos comemos a medias una ración de rodaballo con piña y maíz y otra de lubina. No sabría con cual de ellas quedarme. Buenas raciones, buen punto de los pescados y acierto en las compañías.


El txikito no duda en pedir de postre su culant de chocolate y helado de vainilla. Casi no le deja ni tocarlo a su chica pero al final triunfa el amor.

Oihane había probado ese sable bretona de manzana con helado de oveja. Creo que es uno de los mejores postres que he probado en mi vida. Está impresionante. Sabores marcados, mezcla perfecta.

Aquí cafecito sólo tomo yo, así que con el día que hace nos vamos a su terraza y como tengo chófer nos bebemos un par de buenos GTs.
De nuevo velada de las de recordar. Estupenda cocina, estupendo local, cojonudo el servicio y un precio de los de repetir. 40 euros por barba por lo sólido. El líquido ya es cuestión de los caprichos del comensal.

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