Siempre
he dicho que mi afición por la buena mesa me ha hecho disfrutar de maravillosos
momentos pero sin lugar a dudas y por encima de todas las cosas me quedaré con
la gente que me ha permitido conocer.
Hoy ha
sido uno de esos días donde nos une un algo en común, un gusto por la buena
cocina, a ser posible los buenos vinos y desde luego, la maravillosa compañía.
Nuestro
amigo Luis se echó un “largo” sobre lo bien que preparaba los arroces. Estamos demasiado cerca de Bilbao como para inmediatamente no soltar aquello
de: “ no hay huevos”. Cobarde no es y aún sabiendo de antemano lo “cabritos” que
somos, se ha animado con ello.
Mientras
se debatía en esa desconocida cocina con todos los maravillosos productos por
él mismo elegidos, nosotros íbamos, poco a poco degustando algunas de las
propuestas de picoteo y a la vez abríamos algunos de los vinos desconocidos que
en su generosidad un par de amigos han aportado. No nos han impresionado. Quizás libre un tanto esa malvasía Tinerfeña que para mi gusto
tiene una fruta exagerada, ya lo avisa en su etiqueta: aromática.
Jamón
rico, pero rico-rico, una cabeza de jabalí que me ha descolocado un tanto.
Mucho mejor de la que recordaba, diría incluso que me parecía una buena mortadela.
También un queso de cabra que Jabier nos había traído de su viaje a Canarias.
Cojonudo, por cierto. Y unas estupendas antxoas de Laredo que ya estamos
acostumbrados a degustar. Todo ello acompañado de un bien rico pan de Oleriaga
que como siempre, acompaña macanudamente cualquier comida que se precie.
Luis,
escudado por un ayudante “bien mandao” va peleando con sus pescados, sus
verduras. Cazuelas grandes, somos unos cuantos. Que si el punto, que si la sal,
que si aquello y lo demás allá.
Una vez
ya aposentados tranquilamente y tras dejar un tanto que repose ese primer
arroz, nos metemos entre pecho y espalda un plato cada uno que bien pudiera
considerarse un plato combinao. Rape para reventar, mejillones, jibión del rico
y buena ración de arroz. Diga lo que diga nuestro chef está en su punto. Ahora ya es un txakoli vecino, el UNO en concreto el que riega las viandas.
Luis
sigue su particular pelea, había decidido prepararnos otro arroz, en esta
ocasión con más poderío. Ahora el punto se le queda en nuestra modesta opinión
un tanto “corto”. Yo, que bueno del todo no he sido nunca, lo he bautizado como: “arroz perdigonero”. Sabroso a más no poder , eso sí. Tampoco tenemos ya hambre
alguna con lo que nuestra capacidad de crítica está un tanto aminorada.
Para
este segundo arroz abrimos ya alguna de las botellas de un espumoso chileno que
dentro de su calidad-precio es un vino muy agradable. Entra estupendamente. Un
Estelado rosado, de bodegas Torres. Rematamos la faena con un manjar del bosque
que poca presentación necesita y a su vez muy poco trabajo, gracias Jon.
En una
mesa con gente tan variopinta las conversaciones no lo son menos pero la velada
es total y absolutamente satisfactoria. Unos ricos cafecitos y unos cojonudos GTs ayudan
bastante a ello.
Nos
vamos hasta una próxima ocasión que esperemos no tarde demasiado. Eskerrik asko
a tod@s los asistentes pero en especial a FontaChef