9 de mayo de 2018

RESTAURANTE AMELIBIA (LAGUARDIA): ¿Bien?, No... Mucho mejor.


Está bien tener amigos y si esos amigos son generosos ya ni te cuento. Tenía ganas Pepe de invitarnos a una buena jamada. Eso sí, tenía que ser en su restaurante favorito. Mientras sus restaurantes favoritos sean también los nuestros……
Pues llegó el día acordado. Nos acercamos a Laguardia  y a la hora convenida entramos por la puerta del Amelibia. Nos recibe Alex que nos acomoda en una de sus amplias y elegantes mesas. Comedor con buena iluminación y  con mucha clientela.

Como hacemos casi siempre, compartiremos unos cuantos platos para probar todo lo que podamos de su más que apetecible oferta. Así que dejamos que Alex nos vaya recomendando alguna de sus propuestas.

Comenzamos con un aperitivo. Unos puerros a la vinagreta. Mira que me costó entrarle a este plato pero ahora me produce una inmensa satisfacción. Están suaves y ricos. Como siempre, en este local se degusta un buen pan blanco que me encanta, por cierto.

Vamos mientras tanto catando un vino que ya habíamos tenido la ocasión de probar. Un blanco que hace un bizkaino asentado en esta zona. En concreto un Iraun. Un vino que se cría en barricas de roble francés durante diez meses. Curiosamente tenía yo otro recuerdo del vino. No me sonaba que la madera se notase tanto en nariz pero después me doy cuenta del porqué. Había catado un 2012 y el de hoy es un 2014. Así que esa diferencia de permanencia en botella le viene, al parecer, maravillosamente. En boca no es tanta la diferencia y es un vino que va ganando enteros a medida que se airea un tanto y que gana un poco de temperatura.

La mayoría de los platos nos los han emplatado individualmente, cosa de agradecer y además retiran la vajilla con cada pase. Algunos no se dan cuenta de lo que esto supone pero multiplicado por el número de comensales supone un esfuerzo muy a tener en cuenta.
Disfrutamos ahora de unos más que cojonudos espárragos templados acompañados de una espuma de mayonesa. Ligera, sabrosa.

No quería Pepe dejar de degustar esa terrina de foie que tan “enamorado” le tiene, así que es nuestra siguiente opción. Estamos con él, está muy bien conseguida.

Alcachofas. Sin compañías, sin tonterías, con el toque justo de sal. Mira que me gustan pero sigue sin ser uno de mis platos preferidos. Contentos mis compis que tocan a más.

Pasamos ahora a unas patitas de cordero. Simplemente queremos probarlas así que le pedimos que sea pequeña ración. Están muy suaves y la salsa perfecta.


Llegado este punto necesitamos ya elegir algo más para beber. Y nos propone un cava que ya había probado. Un  Colet Assemblage extra brut. De color asalmonado. Crianza de treinta meses. Fina burbuja constante. Un cava muy serio. Un cava que, serán cosas mías, puede incluso recordar a un champagne. Excelente ese final ligeramente amargoso. Estoy entrando “peligrosamente” en el mundo de las burbujas, cada día disfruto más con este tipo de vinos.
Por consejo mío puesto que ya lo había probado nos tiramos de cabeza a por esa costilla braseada de Agnus. Esa vaca sin cuernos. Pues de nuevo nos demuestra la calidad de quien está en cocina. Muy jugosa, se deshace en boca.

Otro de sus platos míticos es, sin duda alguna el cochinillo. Corteza crujiente, riquísima. Carne suelta. Para comerte el txerri entero.

Para postre nos ofrece la posibilidad de hacer una degustación de varias de sus propuestas. Pues a por ello que nos vamos. Esos canutillos rellenos riquísimos, esa torrija, un pastel vasco con un toque a manzana asada que está de rechupete y un cuarto postre del que, a pesar de está tan rico o más que los otros, no consigo poder explicaros.

Con los cafecitos a nuestro gusto, es decir, con poca leche, degustamos unas estupendas rosquillas “ciegas”, de las de sin agujero. Digo degustamos por decir algo puesto que juraría que me he comido el ochenta por ciento.

Como hoy el coche lo ha llevado nuestro generoso amigo, me puedo permitir el lujo de tomarme un GT mientras Javi se toma uno de sus kubatas. Pepe tiene que conformarse con un agua con gas que ayuda un tanto a calmar esos castigados estómagos.
Con el debido permiso, hoy conocemos por fin a Patxi, el artífice de los platos degustados, le pillamos con las manos en la masa, preparando cochinillo y “picándonos” para que en otra de nuestras visitas nos animemos a probar unas patitas del susodicho animal. Pues entre eso y lo que me ha enseñado Alex en su bodega, prometo que la próxima será en no mucho tiempo.
Eskerrik asko a Alex y Patxi y por supuesto a Pepe que es quien hoy abona los 200 euros del disfrute. Un precio muy pero que muy ajustado a lo degustado. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario