Está
bien que se acuerden de uno y más si es para algo tan satisfactorio.
Llamada
del Restaurante Zarate, invitación a una cata de cervezas “armonizada”.
Coincido
con un amigo “enamorado” como yo del mundo del líquido y del sólido, enamorado
de probar cosas nuevas, enamorado de este mundo de la gastronomía que tantos y
tantos placeres nos da.
Conocemos
muy bien el local, hemos disfrutado mucho en él. He dicho y repetido muchas
veces que me parece a día de hoy, sin dudarlo, uno de los mejores restaurantes
de Bilbao. Apuesta segura, recomendable al cien por cien.
Pues
allí nos encontramos un montón de “enchufados” o “suertudos” para disfrutar de una estupenda charla por
parte de Carlos Cervantes, maestro cervecero de Damm. Persona que nos ha
demostrado que sabe mucho del líquido elemento que hoy estamos llamados a catar
y que además sabe muy bien como contarlo, como hacerse oir sin aburrir.
Hay
algo que me ha gustado mucho de su diserción, él no quiere utilizar la palabra
maridaje, le gusta decir que hemos venido a armonizar la cerveza con la comida.
Allí
está Sergio Ortiz de Zarate, cocinero de este local y que hoy también disfruta
de nuestra cata. Y al tanto de que todo marche como debe se encuentra Roberto
Garcia, el jefe de sala y somelier.
Comenzamos
con la Inedit, una cerveza pensada para beber en las comidas, presentada en
botella grande. Cerveza ligeramente
turbia con buena nariz con recuerdos cítricos, notas a caramelo.
Resulta muy
fácil de beber pero siempre que este bien fría. Se nota mucho el carbónico.
Para mi tiene un “problema” y es que se bebe excesivamente fácil.
La pretensión de esta cerveza es la de ser una alternativa al vino en una buena mesa. Son dos cosas tan distintas........
El maestro cervecero comentaba que la cerveza cumple más la misión de limpiar la boca, el vino "interactúa" de otra manera con la comida.
Las comparaciones son complicadas, cada cosa es lo que es.
Para
comprobar que acompaña bien la comida, hemos disfrutado de unos platos de jamón
que estaban para quitar el hipo. Ya sabíamos que aquí tienen un jamón
estupendo. Prácticamente está tan rica la parte grasa como la carne en sí.
Cojonudo.
Continuamos
con una Weiss Damm de trigo.
Me aprovecho aquí de los conocimientos de una amiga que
sabe muchísimo más que yo de cervezas para que sea ella la que nos cuente
exactamente lo que nos da de sí.
De color marrón clarito hacia anaranjado y
turbia, casi opaca. La espuma es blanca, de aspecto algo cremoso y en cantidad
estándar que no desaparece del todo.
En
nariz cobra protagonismo el trigo con ese fondo ácido tan característico.
También aparece algo de fruto seco, tal vez nuez y poco más. Quizás algo pobre
en su fase olfativa.
En
boca agradable inicio equilibrado entre ácidos y amargos, estos últimos más
ligeros. Pretende ser amplia pero le falta un puntito. Al final del trago
aparecen notas dulces de fruta madura, plátano o melón.
Gracias
Ada, ahora sí sabemos algo más de esta cerveza.
En
esta ocasión son unas estupendas tostas de queso azul con membrillo las que nos
vuelven a indicar que estamos donde estamos, que no hemos venido tan sólo a
beber, que vamos a disfrutar, casi sin quererlo de una cena en toda regla.
Aquí
se nos presenta una “vasca”, la Keler 18.
Nacida en Donostia. Muy fresca, yo
por ser como soy, quizás sea con la que más he disfrutado, mucho carbónico
presente.
Sobre
unos panes tostados aparecen ahora unas cojonudas antxoas en salazón con un
ligero toque picante que están para comerse todo el plato. Afortunadamente no
han sido precisamente “tacaños” y hemos podido repetir. Algunos de buen saque,
entre los que lógicamente me incluyo, hemos “triplicado”. El vicio es el vicio.
Viene
ahora la que me ha parecido, sin duda alguna, la cerveza más “seria” de todas,
una Voll Damm doble malta. Tiene más de 7 grados y pienso que hay que beberla
más pausadamente.
De un color dorado intenso, premiada como la mejor cerveza
del mundo tipo lager.
Tiene
un sabor más amargo que las anteriores y noto aquí un pequeño toque de regaliz,
más característico de las negras.
Hablando
de “seriedad”, alli que aparece uno de mis platos estrella. Ni más ni menos que
tataki de atún. Me pierde, me pierdo yo con este plato. Y no soy el único.
Rico
no, algo más que eso. Y como ya he dicho, en cantidad generosa y encima tenemos
la suerte de que hay gente muy “educada” que se controla a la hora de comer con
lo que algunos hemos dado cuenta de todos y cada uno de las raciones que por
allí revoloteaban. Aquí la armonía entre plato, bebida y comensal ha sido
perfecta.
Y
llegamos a la parte final de esta cata con la negra de Damm, la que han
decidido que casaría mejor con el postre, concretamente con un cremoso de
chocolate que como no puede ser de otra manera, estaba exquisito. Dulce pero
sin empalagar.
La
cerveza no me ha dicho gran cosa. Nunca he podido con las cervezas negras,
sobre todo porque no soy precisamente un amante del regaliz intenso, pero esta
es muy suave, no tiene ni una nariz ni una boca demasiado intensa.
No
amarga e incluso diría yo que tiene un final moderadamente dulce.
Pues
tras una charla con los protagonistas, nos vamos con la sensación de haber
disfrutado mucho, de haber aprendido un poquito más y desde luego que nos vamos
cenados y contentos, sabiendo que volveremos a beber alguna de esas cervezas y
sobre todo sabiendo que volveremos a disfrutar de este restaurante.
Gracias
por todo, eskerrik asko y esperamos que nuestra suerte de hoy no haya sido mera casualidad,
esperemos que volvamos a ser agraciados en otro “sorteo”, seguiremos
“comprando” boletos para que así sea.
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