24 de diciembre de 2016

LA BODEGUILLA LANCIEGO (VITORIA/GASTEIZ): Comer besugo sin tener que pedir un préstamo.

Mis “viajes” por esto del “internete” en busca de sitios diferentes, de locales que puedan resultar interesantes me han deparado más de una sorpresa y curiosamente casi siempre agradable.
Estamos en unas fechas que para unos son muy bonitas y para otros no lo son tanto. Reconozco que, al menos, sí son “distintas”. A mi no me va el asunto navideño en ninguno de sus aspectos y sin embargo a Aran le encanta “el rollo” este de luces de colores y movimientos de gentes.


Así que, ella con la idea de ver las luces de la capital alavesa  y yo con la de cenar rico nos acercamos hasta Gasteiz. Siempre hay que ser precavidos. Cuando en mi pueblo hacer “fresco” aquí suele hacer más bien frío. Pero, al igual que el año pasado, estamos teniendo un invierno un tanto “suave” y hoy hace una noche relativamente agradable para la época.
Tengo la suerte de que mi compi es una experta en moverse por el tráfico de esta ciudad. Pasó algunos años de su vida por estos lares y sabe perfectamente por donde se anda. Localizamos el restaurante para ir a lo seguro y después nos acercamos hacia el centro.


Ya lo siento pero de nuevo tengo que “tirar” para “casa” y decir que me gusta muchísimos más la decoración lumínica de “mi capital” que la de esta. Es, en mi modesta opinión, un tanto “triste”. Bilbo tiene otro encanto.



Una vez calmada la curiosidad femenina y tomado el correspondiente cafecito, nos acercamos a La Bodeguilla Lanciego. Me encuentro con un local amplio. Agradable estancia con unas mesas correctas, buena iluminación y un trato simpático y atento.
Encima de la mesa tenemos la carta pero yo venía predispuesto. Quiero probar una cosa en concreto y lo demás va a ser “de relleno”. Quiero también que la cena no resulte copiosa en exceso puesto que de otro modo luego “me chillan”.

Comenzamos por unas almejas. De buen tamaño y ricas. A mi me gustan  menos “hechas” pero esto es cuestión de opiniones y siempre he sabido que la mía y la “general” no suelen coincidir demasiado.


Después nos comemos unas gambas a la plancha. De pequeño tamaño pero de las que me hubiese comido al menos otras tantas. Buen punto, estupendo el de la sal. Como siempre el “pelador” soy yo y la que se las come es ella. Me encanta la parte “menos sana” de este plato. Llevarle la contraria a tu médico de cabecera tiene “su aquel”.


Como yo había venido con la idea de probar su besugo, les pregunto un poco por ello y me dice la propietaria que si queremos nos saca medio y algún otro pescado y así podemos hacernos mejor idea de su manera de trabajar. Que más quiero el ciego que ver…….
Para mi compi “media de rodaballo”. Pues se lleva “un susto” considerable. La media ración en cuestión es un rodaballo entero y no precisamente tamaño “sardina”. Aran  no es, ni con mucho, una experta en comer pescado. No voy a decir que yo sí lo sea. Pero ambos hemos avanzado mucho en este aspecto. La práctica ayuda y cada vez más nos decantamos por el asunto marino y nos apartamos un tanto de esas carnes rojas que tanto nos gustan.


Buen pez y buen punto de ejecución. Hacemos lo que podemos y conseguimos, entre los dos, degustar un porcentaje notable de sus gelatinosas y blancas carnes.
Mi medio besugo ya es más “normal”. Coincidimos ambos en que está mejor este que el rodaballo. Más jugoso y sabroso. 



Comentaré que tanto en las almejas como en los dos pescados, la salsa utilizada es similar y en mi opinión demasiado abundante y con un sabor, quizás a cítrico, que impide un tanto el poder degustar el pez en sí. Estoy convencido que lo que para mi es un pequeño “obstáculo” para otros es motivo de disfrute. Repetiré hasta la saciedad que gustos y opiniones hay más que “culos en la mesa”.
La carta de vinos es correcta. Hay suficientes referencias para poder elegir y los precios no son excesivamente abultados.. Como no veo ningún vino blanco “de los míos”, me voy a lo seguro y  una botella de buen cava, en este caso un Juve Camps nos acompaña estupendamente durante toda la cena. Somos bebedores pausados así que tenemos un par de copitas para poder catar alguno de sus postres. Nos aconsejan algunos. Todos ellos muy “alaveses”  y al final nos decantamos por unos canutillos rellenos de crema. Arantza no anda demasiado sobrada de “fuerzas” así que prácticamente soy yo quien da cuenta de ellos. Están ricos.




Los correspondientes menta-poleo y “cortao” y el detalle de unas estupendas tejas da por finalizada la velada. Abonamos la cuenta. Total de 111 euros. Evidentemente para lo degustado no está nada mal. Creo que entiendo perfectamente el éxito de este local. Puedes comerte unos buenos pescados bien preparados por unos más que “asimilables” precios. Desde luego que al público en general se lo recomiendo. Quizás, los que ya nos estamos haciendo un tanto….. “raros”, siempre comparemos con exquisiteces que después nos hacen, cada día más difícil, no ya disfrutar de una comida pero sí no poder evitar pensar en los peces de Zarate, Mugarra, La Casita de Sabino……..

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