25 de septiembre de 2016

RESTAURANTE BASCOOK (BILBAO): Tres en "raya".

Tocaba ya visita. Cuando llamo para reservar, en este local es conveniente hacerlo, les pido que nos sienten en “mi mesa”. Mira que me gusta. La que no quiere casi nadie es mi preferida. Se ven las cosas diferentes desde aquí, parece que uno vive más en directo todo lo que pasa.

Enseguida me doy cuenta de que falta algo. Ni más ni menos que el precioso cuadro de la pared. Al preguntar me comentan que ha sufrido un “accidente” pero que en breve volverá a presidir la pared. Yo tengo la suerte de tenerlo “guardado”.


Aquí se trabaja con producto de casa y de no tan cerca. Es una mezcla de cocina clásica y modernidad. No se andan con “miedos” y arriesgan con mezclas que algunos no entienden pero cuyo resultado es genial, por esto su éxito.
Al cabo de un rato me dice mi hijo que tiene la cocina a la vista que allí está Iñigo. ¿Qué Iñigo? Le pregunto. Pues uno que conoces puesto que has comido algo suyo en otro sitio. Allí que se nos presenta un momento para saludar. Es Iñigo Otaola, que me dio de cenar en la Taberna de Arakaldo y que me hizo salivar con sus guisantes con yema. Joven cocinero del vecino pueblo de Okondo, me alegro del "salto".


Me gusta mucho el pan de este local. Pan crujiente, pan de casa, pan rústico. Me alegra saber que Aitor, el alma de este restaurante tiene en mente la apertura de un nuevo local. El asunto va de panes y estará situado justo un poco más arriba de Bascook. Así que ya tenemos 3 en raya: Txocook, Bascook y….............
Como aperitivo nos deleitan con un salmorejo. De sabor muy potente. Fresco, como no pero riquísimo. Me ha recordado un poquito al “famoso” salmorejo de mi amiga Amaia, “el espanta vampiros” como le llamo yo. 


Con tres platos para compartir creo que va a ser suficiente. Así que tras dejar que Ioritz eche un vistazo a su nada clásica carta, comenzamos con un Udon tinta, calamaretti en tempura y batido de trigo verde. Me encantan estos fideos gruesos y más cuando están cocinados con sustancia. Este es, sin duda, el caso. La tinta del calamar me parece uno de los vicios más “peligrosos”. Invita a untar y untar. Todo ello está cojonudo. Además nos lo emplatan individualmente, detalle.


Encima tienen otro detalle con nosotros y nos sacan unos berberechos con un poquito de panceta. Qué decir…. Creo que de estos me como yo… ¿mil? Para chuparse los dedos. Por cierto, perdón por la calidad de las fotos, no es que sea yo precisamente bueno en este campo pero la luz nos ha jugado hoy una mala pasada.


Le toca ahora el turno al tartar de selección, papadum, mostaza y sal de cecina crujiente. El papadum es un pan plano, muy fino, como si fuese un “talo”. Crujiente tras su fritura. Originario de la India. El tartar, de carne de vacuno está muy sabroso. Mi hijo, se come el suyo, parte del mío y al terminar me suelta algo que es ya habitual en él. Aita, no me ha gustado mucho. Pues menos mal… Ya sé yo que el asunto de alimentos “poco” cocinados no va mucho con él. La verdad es que está muy logrado y no da sensación alguna de alimento crudo. Me ha encantado.


Terminamos con unas gyozas de papada con guiso de sepia y berenjena ghanoush. Las gyozas no son otra cosa que unas empanadillas japonesas y el ghanoush es una crema de berenjenas típica de países árabes, sobre todo Egipto y Líbano. Ha sido el plato más potente de sabor de la comida. Ya nos lo ha dicho la amable camarera. Pero realmente somos todoterrenos en la mesa y a mi me va más un sabor potente que algo que no sabe a nada. Muy rico, la verdad.


Para beber me he decantado por algo que a mi me gustó mucho en otra ocasión que pasé por aquí y que además sé también que va a ser del gusto de mi retoño. Un ribeiro, concretamente un Ramón do Casar, un poco joven aún, cosecha 2015.  Cien por cien Txeixadura. Un vino que tanto en nariz como en boca muestra mucho la fruta. Un vino muy fácil de beber pero que tiene una excelente acidez. No es que sea dulce pero no amarga en absoluto. Preciosa etiqueta que viene a ser un homenaje a la emigración gallega de los años 40-60.  Un vino que ganará con uno o dos años en botella, estoy seguro de ello.


Los postres de este local merecen mucho la pena pero el txikito es muy poco golosón. Además como tenemos vino de sobra, nos ponemos de acuerdo enseguida. ¿Una tablita de quesos? 


Queso gouda. Queso holandés de la región del que saca el nombre. De color amarillo. Con no demasiada grasa y un ligero toque dulce.


Queso de oveja carranzana, elaborado con leche cruda de esa oveja de cara negra que desgraciadamente se encuentra en peligro de extinción. Se necesitan media docena de litros de leche para obtener un queso curado de menos de medio kilo. Método tradicional de elaboración. Suelen ser de pequeño tamaño y la corteza tiende a coger un color amarillento. Bien curado tiene un sabor potente.

Bleu des Basques. Un queso azul de Iparralde. De ovejas de los Pirineos. Un queso potente, con un ligero toque “picante” pero muy agradable de comer.  Como no podía ser de otro modo ha sido el triunfador de la tabla. Nos gustan los azules (en quesos, no nos "liemos").
Completa la tabla un queso Gruyere. Queso suizo, suave, de leche de vaca.  Quesos de gran tamaño y que NO tienen agujeros. Esos se los dejamos al Emmental. Textura semidura con una corteza ligeramente granulada. Me parece de sabor suave en comparación con el resto de los quesos degustados.

Hemos tenido la ocasión de charlar un rato con Aitor que me comenta sus intenciones de “frenar” un tanto su “poco relajada” carrera. Se va a dedicar en cuerpo y alma a esta sucesión de locales situados “3 en raya”. Creo que en breve visitaré a su vecino y doy por supuesto que tendremos la ocasión de probar alguna de sus futuras elaboraciones “paneras”.
La comida de hoy ha supuesto 99 euros que teniendo en cuenta los 22 del vino hacen que salgamos a “taintantos” por barba. Creo que merece la pena. Genial el ambiente, genial el trato y genial la comida.  Su página web: www.bascook.com

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