26 de enero de 2014

PETIT KOMITE. GALDAKAO: Un "gran" menú petit.

Integrado junto al hotel Iraragorri, en un precioso caserío que data del siglo XV, se encuentra este pequeño restaurante de apenas 8 mesas. Me encanta la desigualdad reinante, la poca uniformidad pero a la vez todo ello genera una sensación de tranquilidad y bienestar que se respira en el ambiente.

Desde luego que si tenéis intención de una cena romántica esta sería una muy buena elección y si además sois de lejos, pues qué mejor que aprovechar y pernoctar en el mismo hotel.


Aquí vivió una leyenda del Athletic que formó parte además de la primera selección de Euskadi durante la guerra civil, José Iraragorri. Hoy, su viuda y sus hijos siguen con el negocio.
Es ya nuestra tercera visita y teníamos muy buen recuerdo y hoy hemos tenido además la suerte de que ha habido un cambio de cocinero luego ello conlleva a un cambio en el estilo de cocinar y para mi lo nuevo siempre es interesante.


Nos acomodan en una mesa de cuatro comensales con lo que la sensación de amplitud se agradece, la atenta jefa de sala siempre al tanto de todo lo necesario y dando respuesta a cualquier necesidad o pregunta.
La pequeña cocina es vista y puedes "vigilar" al cocinero en todo momento e incluso hacerle un gesto de lo rico que está lo que en ese momento estás degustando.

No tienen carta en sí, ofrecen dos menús. Uno llamado Bistro y el otro, más largo, denominado Petit que por cierto nada tiene que ver con el nombre puesto que es muy "generoso", que no te quedas precisamente con hambre, vamos.
Como no podía ser de otra manera, elegimos el menú Petit que como comento en el título, de Petit poco tiene, sales bien alimentado.
Su pan es tipo hogaza, crujiente corteza, de las "mías" y rica miga. Imagino que será de "cosecha propia".
Comenzamos con un par de aperitivos. Primero una crema de vainas con berberechos, presentada en un vasito inclinado que es un pequeño buen comienzo para abrir las papilas gustativas a la cena.
Posteriormente nos sacan unas croquetas de hongos con salsa de choriceros. Sabrosa a más no poder, rica, jugosa, cruijiente rebozado y la mezcla de ambas cosas genera un resultado muy apetecible.



Aprovecho este paréntesis culinario para decir que la vajilla es muy curiosa, de estilo antiguo. Parte de lo que utilizan  es de plata. Tazas y platillos adquiridos por la dueña en sus andanzas por el mundo al acompañar a su marido a los eventos deportivos.
Son bonitas y muy originales.
Buen tamaño de copas para vino y cambio constante de cubiertos con cada plato.


Para beber nos hemos hoy ido a un vino francés, un Chablis 2011. un muy buen vino, con mucho fruta en nariz, pero que tiene potencia y seguramente ganará y mucho con un tiempo más en botella.


 Acidez bien marcada, un ligero amargor que le da el cuerpo necesario para hacer que lo disfrutes más en boca y conseguir que la botella se "alargue" lo suficiente para completar el menú.

 Buenas copas y aunque nos traen la cubitera, como el vino tiene suficiente temperatura, preferimos dejarlo en la mesa y poder disfrutar aún más de sus aromas.

Esto de disfrutar del vino curiosamente hace que beba menos cantidad pues lo paladeo más suavemente. Curioso el asunto, oyes.

Comenzamos ahora ya con los entrantes .Y nos presentan en la mesa un marmitako de verduras con cola de cigala, acompañado de una alubias blancas. 




Excelente preparación, con sabores muy marcados. Uno pensaría tal vez en que la cigala aquí no pinta nada pero al contrario, el conjunto ofrece un placer en boca que despierta los sentidos. Nos ha encantado el plato, si tuviese que elegir uno sería este. Sin desmerecer el resto.

Pasamos ahora a brandada de bacalao con crema de calabaza.




La potencia sápida del plato anterior quizás eclipse un tanto este otro pero es muy suave, de agradable sabor. El bacalao se percibe y el toque de naranja que lleva la crema de calabaza hace aún más merecido al conjunto en sí. Comentar que las raciones no son precisamente raquíticas con lo que es un menú muy consistente y satisfactorio pero sin dejarte esa sensación de no poder más que tanto odio.




Le llega el turno al plato de pescado, siendo hoy una merluza de anzuelo con crema de tubérculo y lágrima de pimiento rojo. Excelente el punto del pescado, las láminas se separan cual si fuese un buen bacalao. El toque de pimiento le da una "alegría" chispeante a la merluza. De nuevo hablamos de muy buen producto y muy bien tratado.
Rabo de buey estofado crujiente en jugo de garbanzos. Se nota que aquí hay trabajo realizado con mimo y sin prisas en cocina. La carne del rabo deshuesada, con una base de bacon que la hace menos seca, más jugosa. El caldo, que parece necesitar posteriormente de cuchara o de una buena mojada de pan, es absorbido por la carne y queda así un plato jugoso.


Es este un menú suficientemente largo y llegas a este punto bien satisfecho pero hay sitio para más y le toca el turno al dulce. De primer postre y como lazo entre lo salado y el dulzor del último, nos sacan algo novedoso para nosotros.




Cous-cous de pan caramelizado, chocolate blanco y lingote de cacao. Esto ha sido un puro vicio.
Fresco de ganas, dulce sí pero con unos toques amargos muy suaves. El caldo de chocolate está para bebérselo pero al ir cogiendo las partes sólidas con él, convierten el conjunto en un plato de recordar.
Nos ha comentado el cocinero posteriormente que tiene idea de ir cambiando mensualmente los menús pero creo que debería guardar este en la recámara para ofrecerlo en más ocasiones.

Pata terminar con el partado dulce, ha llegado una de las "estrellas" preferidas por el público en general, la torrija caramelizada con helado de arroz con leche.




Poco que decir de este postre, uno de los fijos de muchos restaurantes. En el caso de hoy la torrija está jugosa, esponjosa, dulce como no puede ser de otro modo y el helado es la pareja de baile perfecta pues aporta ese punto frío que necesita la mezcla. Bien, muy bien.   

                                                                

Con un cafecito bien preparado y unos pequeños detalles dulces, aparece Diego, un argentino afincado en Euskadi que lleva dos meses en este restaurante tras haber trabajado con Josean del Nerua, o tras su paso por Andra Mari, restaurante estrellado de esta misma localidad. Tiene ganas de saber nuestra opinión y no tiene prisa, contesta a las preguntas y se nota que disfruta con esto. Con la idea de cambiar el menú mensualmente, cosa que hace más apetecible la visita, sobre todo para los que somos amigos de probar y probar, nos lo pone más sencillo para visitarles alguna otra vez.

El precio de este menú es de 46 euros incluido el IVA y el del vino han sido 27, un precio razonable tanto en un apartado como en el otro.
La página web del restaurante: www.iraragorri.net